sábado, 26 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD…




Quinta confesión


LA TRILOGÍA DE FRANCK...

Milagros saltó de su silla para romper ese raro ambiente que había generado la confesión de Gisela, a pesar de que todos habían manifestado su solidaridad para con su amiga fue algo salvaje y tenso. Diciendo a gritos – ¿Amigos vamos a buscar qué comer y nos  traemos el hielo y el ron, así no perdemos esas ganas de exorcizar nuestro pasado, una vez por todas, qué les parece?- Todos estuvieron de acuerdo y se levantaron con Milagro hacia la casa. Ya eran las nueve de la noche y no querían que los pellizcara la luz del día, antes de que todos hablaran. Dentro de la casa todos gritaban – Milagros ¿Dónde está la pizza que trajo Fredy?-  Pásame esos dos panes de jamón que están a tu lado, - Gritó Soledad. Todo era movimiento en la cocina de la amiga.

Mientras esto ocurría, algunos vecinos que no tuvieron visitas esa noche, habían estado escuchando las confesiones, como quién oye el trinar de un ave o logra ver el brote de una planta, en el comienzo de la primavera  y lejos de estar sorprendidos por cada uno de los relatos, el efecto fue al contrario, los puso, cómo les digo… algo emocionados. Los espías del patio contiguo eran personas no tan jóvenes y ya habían perdido el deseo de estar juntos, de disfrutarse uno al otro como lo hacían años atrás. La rutina los había absorbido y eran pobres sombras de un ayer espléndido. En cada relato que escuchaban sentían que crecían las ganas de tocarse y sentirse uno al otro, por lo que habían colocado una colcha en el césped y allí, recostados oían y se amaban. Ella le decía – ¡Armando tenías tiempo que no me tocabas de esa forma, como cuando éramos novios y nos íbamos al auto cine y lo menos que hacíamos era ver la película! – ¿Recuerdas?- Y él le contestaba -¿No te gusta mujer? – Por supuesto que me gusta, este cuerpo está hambriento de esas sensaciones excitantes.

No querían perderse las seis confesiones que faltaban, así que también aprovecharon de pertrecharse de bebidas para seguir a la par de los vecinos en su charla. Esto podía darse porque los jardines del lugar, estaban divididos por un seto alto y bien pródigo, que impedía ver al otro lado de él pero se podían oír todo.

Iban llegaban uno a uno al “Confesionario” como habían quedado en llamarlo. Cada quién venía con dos platos y haciendo malabares para que no se les cayera. Otros con los vasos, el hielo y los cigarros de Karol, que con el ritmo de vida que llevaba, no podía dejar de disfrutarlo y ese era el mejor momento para acompañarse con ese vicio que encontró, entre los bares y conciertos. Ese será otra confesión. En medio de los relatos, se la veía lanzar círculos de humo, luego de exhalar una gran bocanada, como si en eso se le fuera la vida.

Estando ya todo listo, Gisela por haber sido la última en confesar, mueve la lata y saca el nombre de Franck. Cual Hinchas en un partido de Fútbol, los amigos comienzan a gritar - ¡Franck, Franck, Franck!- Éste se levanta, no antes de acomodarse el trago y con su estilo de chico despreocupado, les hace un guiño a las amigas.

Se oye el llanto de un niño a todo pulmón, seguidamente la voz de un hombre que dice a lo lejos, – Calla a ese carajito que tengo que levantarme muy temprano- De pronto todo vuelve al silencio y es cuando el confesado se dirige a los amigos.

- Esto me sucedió, también estando joven. Habían llegado las vacaciones y decidí viajar a otros lugares desconocidos por mí. Me arregle una mochila, con lo suficiente para estar una o dos semanas. Cómo no sabía dónde iría, traté de llevar lo que utilizaría en cualquier situación.

Llegué al Aeropuerto y vi que había boletos sólo para Canadá, lo pensé un momento y recordé que llevaba un suéter por si había frío, cosas de loco pero me decidí y compré mi pasaje.

Eso fue en época decembrina también. Me sentía solo había terminado       con una relación de dos años y no quería pasar por los mismos lugares por donde íbamos juntos en mi ciudad.

El vuelo fue bastante tranquilo, solo que me encontré con una señora que no paraba de hablar y preguntar de cualquier cosa. En una de esas me hice el dormido para que entendiera que no quería conversar y lo más chistoso fue que, en verdad me dormí. Una sacudida del avión fue lo que me despertó y cual no es mi sorpresa que la persona que tengo al lado, no es la señora parlanchina, sino a una mamita rica. El avión siguió zarandeándose y por instinto la chica me agarró la mano. Como ustedes entenderán yo tenía que proteger ese regalo que Dios me puso en el camino o al lado de mi asiento, mejor dicho. La arrimé hacia mí y cual pajarito asustado, temblaba en mis brazos.

Esto pasó por un rato, hasta que se oyó la voz del Capitán diciendo que ya habíamos pasado las turbulencias y que de aquí en adelante, el viaje sería suave y de nuestro agrado.

Me dije – “¿Quién le estaba preguntando algo a este hombre?” Porque inmediatamente la chica se zafó del abrazo que le mantenía, como hombre protector que soy - y lanzó una carcajada-.

Muy apenada por su comportamiento, según ella, me dio las gracias y volvió a su lugar.

La conversación no se hizo esperar por supuesto. Ya para la media hora tenía su número de teléfono y nombre. Todo iba a la perfección. Es más no me acordaba del porqué había decidido ir a Canadá.

Le conté mis razones para viajar, las que a mí me interesaban, y que no conocía  gente alguna en ese lugar del mundo. Fue cuando el cielo se abrió y un rayo de luz me iluminó, la chica me invitó a su casa para que pasara esas dos semanas que tenía para estar en su país.

Les confieso que estuve a punto de hacer la danza de la victoria, pero tuve que contenerme y muy seriamente le di las gracias pero no sabíamos que dirían sus padres. -No te preocupes- me dijo estoy segura que ellos te recibirán muy bien.

Al llegar al Aeropuerto Internacional de Toronto Pearson esperamos, bueno ella esperó su equipaje y fuimos rumbo a su carro que había dejado estacionado allí. ¿La siguiente parada? su casa.  

Por el camino, le avisó a su familia que llevaba un invitado. Al colgar, me lanzó una bellísima sonrisa, donde mostraba una hilera de dientes blancos como perlas y dijo -todo está bien, nos esperan-.

Qué puedo decir de su casa era grande, hermosa, elegante.
En el porche nos esperaba una mujer extremadamente atractiva. Llevaba unos pantaloncitos cortos, muy serios ellos y una blusa transparente. Los zapatos de tacón la hacían ver más alta. Cual no es mi sorpresa, al saber que esa mujer era la madre de mi amiga. Ya podía ver de dónde venían esos ojos verdes y esa sonrisa cautivadora.

Nos conocimos y e inmediatamente sentí el trato cordial del cual era objeto, me atendieron a cuerpo de Rey. Luego conocí al papá, algo gruñón y despreocupado. En el almuerzo no le dirigió la palabra a ninguno. Se levantó y se fue.

Tenían una piscina de unos cincuenta metros, con un jacuzzi precioso. Allí pasamos el resto de la tarde, tomando y comiendo lo más exquisito que jamás había probado.

Ambas mujeres en traje de baño, les puedo decir que eran igual de hermosas y no se podría saber quién era la madre o la hija. Ambas se esmeraron en que me sitiera cual Jeque. El padre salió de viaje por asuntos de negocios, que lo mantendría lejos por unas semanas.

Cayendo la tarde, me indicaron que la cena estaría lista para las ocho de la noche, aconsejándome descansar y prepararme para una suculenta cena.

Al bajar, las damas se habían vestido elegantemente y recordé los jeans que llevaba medio arrugados y una camisa, igual de magullada. Mis zapatos eran los más viejos que tenía y me di cuenta en ese momento pero ustedes saben cómo soy, me olvidé del asunto porque no dañaría esa cena tan suculenta que tenía ante mis ojos sentándome en el lugar que me indicaron pero estoy seguro que distorsionaba completamente con todo lo que había en ese lugar y en ese momento.

Fue una cena afrodisíaca completamente. Fueron platos de mariscos y otros de Langosta, con su respectiva ensalada. Al terminar nos retiramos a una de las salas para oír música y tomarnos un licor digestivo.

La chica me sacó a bailar, mientras, su madre nos observaba. En una vuelta que doy vi que la madre estaba al lado de nosotros y le dijo a su hija que ella quería bailar también y seguí el son con la madre. Claro que se notaba la diferencia, en el tacto, cuando la tomé en mis brazos. Era fuerte y de cintura estrecha. Bailaba muy pegado a mí y yo temía faltarle el respeto. De repente se apretó mucho más y allí sentí todo su cuerpo que unido al mío bailaban a un mismo ritmo. La atraje más hacia mí para que sintiera lo que estaba provocando y mientras me veía pícaramente, sus labios sonrieron, de una forma muy provocativa.

En verdad les digo que yo no sabía, en ese momento, qué pasaba o cómo debía comportarme, cuando siento que la hija se ata a mi espalda y comienza acariciarla y lo que le sigue a ella. Sus manos se deslizaban hacia adelante y descubrió mi respuesta a lo que estaba pasando y continúo su trabajo.   

La madre abrió sus labios y en un beso suave y excitante  permaneció pegada sintiendo cómo su hija me acariciaba. Me daba la impresión que la hija estaba como alumna en un taller de cómo excitar a un hombre. Al final la Maestra no se dejó quitar su lugar.

De allí en adelante, nadie habló. Solo fueron caricias y besos frenéticos entre los tres. No me dieron tiempo de buscar un preservativo, esas mujeres traviesas ya lo tenían dispuesto y listo para ser usado.
El padre no llamó mientras estuvo fuera y la casa con sus mujeres las tuve para mí todo  ese tiempo.

Se me terminaban los días para regresar y con mucho dolor tuve que decirle adiós a esas Diosas del amor. Hoy por hoy no he reflexionado de lo que pasó allí. Total eran unas vacaciones, luego de una ruptura de corazón. Definitivamente alguien me quiere mucho allá arriba porque me puso en el sitio y momento perfecto.  

Al fin una confesión sin tanto drama –dice Milagros- me pareció buenísima y muy excitante Franck. Todos se levantaron y brindaron por esa erótica confesión. -No todo debe ser dolor. Aunque existan penas en el alma, siempre tenemos que buscar lo que nos haga feliz y seguir adelante- continúo diciendo Milagros.

Los vecinos dejando todo en el césped, se dirigieron a su cuarto para recapacitar de lo que habían sentido, tras compartir la confesión de Franck. Se prometieron mejorar su relación íntima con fantasías y atreverse a retozar en el juego del amor.

Ya vamos acercándonos a la décima confesión. Con ésta llevamos cinco y la de Milagros me parece que será interesante. Sígueme y pronto podrás oír todas las confesiones…



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
26 de diciembre del 2015


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