lunes, 14 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD....








Segunda Confesión.

LUIS Y SU MAESTRA DE SECUNDARIA…


Al terminar Soledad su confesión, se acorrucó cerca de Milagros, con un trago en una mano y un cigarro en la otra. La vista la tenía distante, como si estuviera en otro lado. Milagros le dio un codazo y le dijo –Mujer despierta voy a pensar que lo que contaste es cierto y lanzó una carcajada mientras la abrazaba.

Del otro lado del grupo, que estaba muy animado por ese primer desahogo comenzaron a  gritar –Amigos, amigos –dijo Fredy- vamos a seguir con la ronda de confidencias. Aquí está la lata con los nombres, la moveré muy fuerte para ver si quedo de último en este juego. Inmediatamente agitó la lata, con tanto ímpetu que por poco se le cae al suelo.

Ahora vamos a ver, qué mano pura y casta saca el nombre del que le toca desahogarse. Gisela, una chica delgaducha y de nariz aguileña sugiere que sea Soledad la que lo haga y así sucesivamente cada vez que termine una historia, éste sacará el nombre. Todos accedieron y de esa forma fue a Luis que le tocó el turno.

Luis era un chico, de esos que las muchachas quieren tener como novio para impresionar a las otras mujeres. Era alto, buen mozo y con una voz muy seductora. Las mujeres que allí estábamos le pusimos cara provocativa pero era solo para molestarlo, ya que ninguna de nosotras había querido estar con él y no porque Luis no lo hubiese intentado pero como éramos tan amigos y le conocíamos todas sus facetas, lo preferíamos de amigo nada más.

Colocándose en el lugar de la X ve que todos estábamos esperando que dijera la primera palabra “Confieso…..” pero éste se hizo de rogar. Se creía la gran cosa pero con nosotros no le iba bien esas poses y empezamos a gritar ¡Que cuente, que cuente, que cuente!

Bueno está bien –dijo, acomodándose el cuello de la camisa. Les comentaré que yo era un niño muy hermoso -y todos dijeron ¡Buuu! Es cierto era muy bonito. Tenía el cabello rubio y mis cachetes eran regorditos. Bueno no solo mis cachetes. Se voltea y nos muestra sus posaderas y dice, de esto es lo que les hablo.

Siempre he sido de nalgas redondas y grandes. Cuando estaba en el tercer año de secundaria, no me gustaba hacer deporte porque los muchachos se burlaban de mí. Teníamos para entonces una Maestra que hacía las veces de guía y siempre terminaba en su oficina porque había golpeado algún mequetrefe que se hubiese metido conmigo. Ya ustedes saben cómo era todo eso llamaban a los padres y les decían que era muy agresivo, que golpeaba a los otros muchachos bla, bla, bla. Hasta que un día, la Maestra guía, en uno de esos agarrones que tuve y por lo que me mandaron a su oficina, me dijo que esa vez no llamaría a mis representantes para ver si yo podía solucionar las cosas por mi propia cuenta pero eso sí tenía que hacer algo que la satisficiera a ella, cuando me lo pidiera y así no los llamaría.  

Qué les puedo decir, en cosas de mujeres era un neófito. Nunca había tenido novia por la misma situación que arrastraba con lo de mi cuerpo y no entendía de qué estaba hablando. Me pareció que quizás necesitaba que le podara el césped o que le hiciera algún mandado porque ella no tenía tiempo. Por mi mente pasaron millones de cosas que estaba seguro podría hacer, si en eso iba la posibilidad de que no llamaran a mis padres. Yo acepté y me fui a la otra clase que me tocaba.

Dos días después, la Maestra guía me manda a llamar, ya estaba por sonar el timbre de salida y me llevé mis libros para ir luego a mi casa.

Toque la puerta y respondieron –pasa. Buenas tardes Maestra, Ramón me dijo que usted me llamaba. Si Luis pasa y siéntate un momento aquí al frente. Quiero conversar contigo de qué es en realidad lo que pasa contigo y tus compañeros. Cuál es el verdadero motivo para que ellos te molesten. Tú sabes que soy tu Guía y que puedes tener toda la confianza conmigo.

Un momentico, un momentico –exclama Frank, que esto se pone bueno y no quiero perdérmelo ni por un momento. Se levanta y agarra la botella de ron y se sirve un buen trago y sentándose le dice a Luis –Ahora sí, continúa.

Luis agarra aire porque se ha dado cuenta que quedará, esa noche expuesto ante sus amigos. Jamás le había comentado, ni una palabra, de esto a nadie y hoy sus nueve amigos se enterarán por un simple juego navideño. En fin que ya había empezado y no podía echarse para atrás.

Yo empecé a explicarle a la Maestra del porqué yo me agarraba a golpes con algunos alumnos y le dije que era por mis, como decirlo, sin que suene maricón, mis glúteos, eso, así suena más biológico. Ah! -dice ella, así que es porque tienes unas nalgas provocativas. Los ojos se me querían salir de las órbitas y el corazón comenzó a latir, no como un corcel, sino como una mula que era fueteada por atrás. Diciendo esto, se dirigió a la puerta y la cerró con llave. Yo no sé si entendía lo que pasaba o no quería entenderlo pero allí estaba yo con una mujer de unos treinta años. Hermosa, con un cuerpo despampanante y unas piernas que se cruzaban ante mis ojos, dejando ver más allá del umbral.

Quise levantarme y salir corriendo del lugar pero eso ya estaba vedado para mí. Ella ya tenía un plan y sentí que no aceptaría un no como respuesta. Sentada sobre el escritorio y yo al frente, se subió la falda, dejando sus muslos al descubierto. Recuerden que estaba en secundaria y que las hormonas se movían a un ritmo más rápido y la respuesta de este señor fue inmediato. Me tapé con las manos para que ella no se diera cuenta de lo que me estaba produciendo verla así ante mí.

Que ingenuo era, por supuesto que sabía lo que me pasaba. Abrió las piernas y metiendo su mano, empezó acariciarse suavemente. Creo que yo no respiraba, no podía dejar de ver ese suave vaivén de sus dedos cuando traspasaron su ropa interior y comenzó una especie de juego macabro. Y me preguntaba – ¿Te gusta Luis? ¿Quieres tocarla? ¿Quieres jugar con ella? Y yo paralizado completamente.

Sigo viendo el excitante movimiento, cuando se baja de la mesa y se saca sus bragas. Éstas despedían un aroma subyugador, que era como una aplanadora para todos mis sentidos y seguía acariciándose a medida que se iba acercando cada vez más.

Cuando llega a donde yo estoy agarra mi cabeza, con firmeza y la baja pegando mi cara a su sexo. Ese olor era tan penetrante que inmediatamente comencé a besarla. No quería salirme de ese lugar. De repente sentí un calor abrazador en mi boca y sin saberlo disfruté de un néctar delicioso que emanaba de las entrañas de esa deliciosa mujer.

Muchacho al fin no necesité ni que me tocara porque no pude contener mis ansias en ese momento.

Luego se tranquilizó y se retiró dándome un beso en la boca y saboreando mis labios con mucho placer. Se volteó y me dijo –Al salir cierra la puerta, por favor. Espera mi llamada y recuerda que esto no sucedió.

Me levanté y salí flotando de esa oficina hasta llegar a mi casa. Eso siguió pasando hasta el último año.

El regalo que me dio, cuando terminé la secundaria fue una noche completa de placer en un hotel bien alejado. Fue la primera vez que estuve en sus profundidades en todas las formas conocidas y sin explorar.

Luego de eso no me interesaron los comentarios de nadie. Lo único que hacía era recordarla y con eso tenía bastante.

Los amigos lo aplaudieron y felicitaron por tremenda experiencia y lo invitaron a tomarse unas cervezas para refrescar el ambiente, pues habían quedado muy calientes todos y ahora era que faltaban confesiones por oír.

Así termina la segunda confesión. La siguiente estoy segura que le encontrarás algún parecido contigo. No te la pierdas...




Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
14 de diciembre de 2015

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