martes, 29 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…







Séptima Confesión

MILAGROS Y LOS BESOS SORBIDOS...


No les había comentado pero entre el grupo teníamos a un guitarrista, Luis. Él Jamás alardeaba de su don y siempre pasaba desapercibido en las reuniones, solo si estaba, como hoy, entre amigos era que sacaba a su “Diosa” cómo él acostumbraba a llamarla. Era una guitarra clásica española muy hermosa.

Dispuesto a complacer a sus amigos, la sacó de su estuche y mientras iba tocando cada una de sus cuerdas, le hablaba a su instrumento, -“Tenía tiempo que no estabas en mis brazos mi Diosa amada. Tu cintura apoyada junto a mi pecho y el resto reposando sobre mi pierna, es cuando te siento más excitante que nunca. Logras que salgan melodías divinas de tu preciosa boca y me subyugas a tus antojos-” Al instante empezaron a salir notas nostálgicas y melodiosas que lograron tranquilizar al grupo. 

Haciéndole un guiño a Milagros, le dice -Anda mi negra linda, acompáñame con esa canción que tanto me gusta cómo la cantas, aquella que dice “Para que no olvides recordarme”-. La voz de la amiga, viajaba por el aire y segura estoy que llegaba hasta más allá de dos cuadras. Era una voz fuerte y ronca, como esos sonidos que invitan a sentir sensaciones que nos dice que el mundo es perfecto.

Esa mezcla de música, ron y recuerdos eran los momentos, que solo una vez ocurren. Eran instantes de complicidad y había que aprovecharlos, hasta el último sorbo.

Luego de terminar la canción, Fredy se colocó al frente y recordándoles que el tiempo se les iba procedería a mover la lata, donde estaban los nombres para aligerar las tres confesiones restantes. Todos pusieron atención -¡Y el ganador es Milagros! – Y todos gritaron, - Anda Milagrito dinos tu secreto más guardado-

Recordemos que del otro lado seguían los vecinos espiando la reunión y que sin pensarlo hicieron la de ellos, como si estuvieran disfrutando de unas películas subidas de tono. 

Margarita, ya sabía cómo empezaba la ceremonia en el “Confesionario” y con unos tragos, entre pecho y espalda, se envalentonó y comenzó su relato.

- Mi confesión no es de tanto tiempo atrás. Podría decir que eso sucedió hace unos once meses y les aseguro que sólo ustedes lo sabrán, porque ni a mi esposo me había atrevido a contárselo. Siempre lo he visto como algo pecaminoso y es por eso que he estado muy distraída en estos últimos días. En verdad les digo que no sé por qué lo hice-.

Los amigos ya estaban intrigados. Conocían a Milagros y nunca pensarían que ella fuera capaz de hacer algo fuera de lo normal. El solo hecho de tener esta reunión en su casa fue rarísimo. Su familia la estaban pasando esa noche en casa de su suegra, cosa que nos pareció extraño pero son cosas de parejas y en eso uno no se mete y fue por eso que nos vinimos todos acompañarla.

Continúa Milagros – Hace unos meses atrás, estaba en los arreglos de una fiesta que le daríamos al jefe del Departamento donde trabajaba. ¿Recuerdan, que para esos días no podía reunirme con ninguno de ustedes por estar muy ocupada? Yo estaba junto al grupo de cuatro personas, que habíamos decidido arreglar el salón con bambalinas y globos. Estábamos atrasados en los arreglos y hubo un momento en que una de las chicas tuvo que subirse a una escalera para revisar un panel del techo. Queríamos que al  pararse el Jefe en ese lugar, le cayera un poco de papelillos y nosotros soplaríamos las serpentinas.

El que le estaba sosteniendo la escalera a la chica, lo llamaron y tuve que quedarme en su lugar. No me acuerdo el nombre de ella pero no olvidaré lo que sucedió en los siguientes minutos.

Yo trataba de evitar que se cayera, ya que estaba bien alto. Le iba a decir algo cuando volteé hacia arriba y la joven estaba con una faldita corta, unas medias sujetadas con liguero. Les juro que en ese momento, se me metió el demonio por dentro porque verla en esa posición fue transformarme inmediatamente. Salía de mí un instinto animal muy fuerte y empecé a subir poco a poco por la escalera, cual pantera en busca de su presa. Todo lo que desde abajo veía, al irme acercando era más deseable y a todo color por supuesto muy excitante.

Los amigos habían quedado paralizados de la impresión, de cómo iban sucediéndose las cosas en el relato de Milagros.

Al estar más cerca, le agarré el tobillo y empecé acariciarle la pierna. Ella empezó a moverse y a tratar de soltarse pero en la posición que estaba, no era seguro para ella patalear mucho. Al mismo tiempo gritaba que la soltara. Yo escuchaba como si estuviera en otro salón, lejos muy lejos y sentía que no era conmigo.

Seguía subiendo y mis manos lograron atraparle sus caderas. Como quién sabe lo que hace. La sujeté con una mano y la otra la deslicé hacia su ropa íntima bajándoselas hasta sus muslos. Ella lloraba pero el animal que la tenía sostenida no la oía y mucho menos reaccionaba al llanto de ella.

Cuando llegué al siguiente escalón, ya mi rostro estaba pegado a la frescura de sus partes y suavemente la besé una y otra vez. Se había despertado unos deseos inmensos de saborearla, como jamás me pasó con mi esposo.

La otra Milagro, al fin se daba cuenta de lo que estaba pasando pero no podía detener a la fiera o demonio que se había hecho presente en ese momento. Jamás hubiese pensado en hacer algo como eso pero disfruté cada uno de sus enviones y mientras más jugueteaba con sus divinas partes más se venía. Ya no gritaba, ya no me pedía que la dejara tranquila. Solo gozaba de esa sensación jamás experimentado en su vida.

En un momento volví en mí y entendiendo que no podía quedarme allí bajé más rápido que cómo subió la pantera. Me refugié en una plaza a llorar y a pedir perdón por lo que había hecho. No entendía nada.

La joven nunca supo quién fue el, porque supuso que había sido uno de los hombres, que estuvo con ella esa mañana. Tampoco lo contó por la misma razón de no tener certeza de quién era.

Se lo dije a mi esposo, para no tener secretos en el matrimonio y es por eso que está donde su madre. Dice que teme vuelva a pasarme y tenemos una hija. Así que amigos es la razón más importante del porqué están ustedes aquí. Necesitaba saber que no soy algo raro, algo a lo que se le tenga miedo.

-Al decir esto, se desplomó como cuando se suelta algo que pesa mucho y al mismo tiempo su llanto le partía el corazón a todos. Sollozó un rato hasta recuperar la compostura. Era como un animal herido al que se le jorunga la herida más reciente dentro de él. Todos nos abrazamos a ella y le dimos nuestra solidaridad. Solo le recomendamos que viera a un especialista porque a lo mejor tenía algo escondido, con relación a sus gustos con respecto al género femenino.
No es algo para morirse, -le aseguró Raúl- Lo importante es estar definido y vivir la vida.

Del otro lado de la casa, los vecinos se habían retirado uno a uno al lograr tener un sexo más interesante, como nunca lo habían tenido con sus parejas, así que quedaba una sola de ellas y la dueña de la casa.

Milagros nos habla de algo que puede sucederle a cualquiera que no haya podido entender sus tendencias sexuales y éstas pueden salir, cual torbellino, en el momento menos indicado y muy explosivo.

Se feliz con lo que eres y acéptate, que lo demás no importa…

Con esta confesión nos faltan tres por compartir. Qué les parece si me acompañan y así le damos un Feliz año a los amigos que se están confesando…



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
29 de diciembre de 2015


domingo, 27 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…





Sexta Confesión.


LA DECISIÓN DE FREDY…

Empezó a pegar frío en el lugar pero eso también lo habían tomado en cuenta los amigos y se pusieron sus abrigos. Todos reían y comentaban las confesiones que sus compañeros habían hecho.

No se habían percatado que en la ventana de la casa del otro lado, los habían estado escuchando. Habían alcanzado a oír la segunda confesión. Algunas vecinas, se llamaron entre sí para que acudieran donde Flor, la vecina de Milagros, por que allí estaban relatando cuentos depravados y eróticos, los amigazos de la vecina. A donde Flor llegaron las vecinas chismosas con sus maridos y novios. Al saber de qué se trataban los cuentos decidieron acompañarlas, con la excusa de que era muy tarde y por supuesto peligroso. Así que cuatro parejas se habían acomodado, también, del otro lado de la casa y con los ojos bien abiertos esperaban el siguiente relato.

Entre ellos estaba una pareja que habían decidido no tener relaciones, hasta que no estuvieran casados. Querían llegar, al altar, puros y castos. En la tercera confesión, todos sus buenos propósitos se habían hecho humo. El novio mientras oía a Luis, relatando que su maestra se bajó sus bragas sentada delante de él, empezó acariciar, como al descuido, los senos a su novia. Ésta estaba tan sumergida en la narración que se dejaba manosear. A medida que seguían los hechos, ella sintió un delicado susurro en su bajo vientre y fue tan suave, como cuando una mariposa se posa sobre una flor abierta para probar su néctar y se entregó a lo que estaba sintiendo. Cuando la maestra se tocaba acercándose a Luis, la chica sintió un ardor tan fuerte que le llegó hasta el alma y aferrándose a las caderas de su novio imitó el delirante movimiento que él hacía volviéndose un ritmo acompasado y eterno que los llevó a la gloria. No contaban con que el estar esperando para tener intimidad, ésta podría quebrarse en un segundo, como había ocurrido. Los vecinos en silencio esperaban que escogieran al siguiente narrador.

Franck se levantó y agitando la lata con los nombres sacó el siguiente en relatar su confesión jamás contada. Con un gesto de euforia llamó a Fredy para que se colocara en el lugar indicado.

Cónchale Fredy -¡Al fin vamos a saber algo de ti!- Dijo Raúl riéndose. Se sirvieron otros tragos y se dispusieron a oír al compañero.

Del otro lado de la casa, donde estuvo la pareja, aquella que volvió a descubrir su sexualidad, lamentablemente el sueño los venció. Fueron muchas emociones en una noche. Solo las cuatro parejas del otro lado de la casa, las que estaban como león al asecho.
Fredy se paseó un rato por el lugar sin decir palabra alguna. Se veía que le costaba sacar        ese fantasma que lo perseguía desde hacía años.

Dándose valor comenzó de esta forma:

- Yo vivía del otro lado de la ciudad. Mi infancia no fue muy saludable que se diga. Mi madre se drogaba y mi padre era un borracho maltratador. Desde muy pequeño sentí la furia de esos brazos en mi cuerpo. Mi madre, no podía hacer nada, porque siempre estaba drogada, en su mundo y ni cuenta se daba de lo que les pasaba a sus tres hijos. Así, que fui creciendo buscando la manera de proteger a mis hermanitas de esos dos que nos tocó como padres. No era fácil, yo apenas era un niño. Hubo noches en que me llevaba a las niñas para algún rincón de una plaza y nos quedábamos allí hasta que amanecía, de esa forma pensaba que ya se le habría quitado el efecto del alcohol y no estaría agresivo. Unas veces la pegaba y otras, que eran más, no.

El tiempo pasaba y no nos llevaban a la escuela, así que empecé a buscar la manera de aprender algo por mi cuenta y viendo cómo lo hacían las demás personas fui enseñándoles a mis hermanas las letras y otras cosas más. De la misma manera como yo crecía, mis hermanas también y se iban transformando en jovencitas muy bonitas. Para nuestra desgracia, nuestro padre también se dio cuenta de eso y empezó acercarse más a ellas.
Yo todavía era un mocoso pero estando en las calles y supe de algunas cosas malas que gente como él hacían y empecé hacerle casería y alejarlas cuando veía que estaba muy amable con ellas.

Pero yo no podía quedarme todo el tiempo cuidándolas y una mañana en que fui a buscar algo para que comiéramos, como un animal sucio y maloliente se escabulló a sus cuartos y sin que nadie pudiera ayudarlas, porque les prohibió que gritaran, bajo amenaza de golpearlas, abuzó de ellas.

Cuando llegué a la casa, feliz porque había logrado encontrar unos cuantos panes y queso, que el panadero me dio por mi trabajo, fui a buscarlas y las encontré llorando y traumatizadas y en medias palabras  entendí lo que había pasado. Lloramos juntos abrazados y les juré que no volvería a suceder.

Al otro día hice como si me iba para la calle a buscar, nuevamente comida pero en realidad, le di vuelta a la cuadra y me llegué a la casa sigilosamente. Ya el animal estaba esperando el momento oportuno para volver atacarlas. Les había dicho a mis hermanas que se salieran por la ventana y que me esperaran en la plaza, donde tantas veces dormíamos. Cuando lo vi entrar al dormitorio de las niñas, le di un empujón y cayó al suelo. -No me estoy excusando amigos- pero no tenía otra forma de salvar a mis hermanas y con un tubo que tenía escondido, de un solo golpe le rompí la cabeza, quedando éste tirado en el suelo y con un chorro de sangre que inundaba la habitación. Le revise los bolsillos para ver si traía dinero y al conseguirlo me fui corriendo a donde estaban ellas.

De allí en adelante nos escapamos hacia otra ciudad. Trabajamos y logramos estudiar. Ellas buscaron ayuda profesional y hasta el sol de hoy cada quién hizo su vida tratando de no imitar lo antes vivido.

Al volverme hombre me enamoré de una chica hermosa, tanto por dentro como por fuera y la hice mi esposa. Una noche tuvimos una discusión acalorada y la abofetee muy fuerte. Sentí que salía ese hombre al que yo había matado en mi infancia y le pedí mil disculpas pero ella no las aceptó y me dejó.

Hoy estoy en terapia luchando con esa bestia que heredé de mi padre. De eso hace algún tiempo y pienso que lo estoy superando.

-Terminando de narrar su confesión, se sentó y se tomó un trago hasta el fondo con la esperanza de que todo hubiese sido un sueño.

Esa confesión fue completamente distinta a todas las que hemos dicho- Comentaron. Pienso que es la más fuerte e importante porque se trata de un problema que viven algunos niños en el mundo. Esperamos que al abrirte con tanta sinceridad ante tus amigos, hayas logrado exorcizarla de una ver por todos. –Acotó Soledad, con lágrimas en los ojos.

Esta confesión no resultó ser como las anteriores, con ese tilde de erotismo y pasión pero los que allí estaban reunidos, son los que deciden qué necesitan sacar de sus almas para poder seguir con sus vidas. Fredy ha llevado sobre sus hombros la violación de sus hermanas y el asesinato a su padre. ¿Quién podría juzgar en este caso a un niño que quiso defenderse de un ser lleno de maldad?

Con esta confesión, nos faltan cuatro. Sígueme que lo que viene está lleno de muchas sorpresas…



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
27 de diciembre de 2015





sábado, 26 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD…




Quinta confesión


LA TRILOGÍA DE FRANCK...

Milagros saltó de su silla para romper ese raro ambiente que había generado la confesión de Gisela, a pesar de que todos habían manifestado su solidaridad para con su amiga fue algo salvaje y tenso. Diciendo a gritos – ¿Amigos vamos a buscar qué comer y nos  traemos el hielo y el ron, así no perdemos esas ganas de exorcizar nuestro pasado, una vez por todas, qué les parece?- Todos estuvieron de acuerdo y se levantaron con Milagro hacia la casa. Ya eran las nueve de la noche y no querían que los pellizcara la luz del día, antes de que todos hablaran. Dentro de la casa todos gritaban – Milagros ¿Dónde está la pizza que trajo Fredy?-  Pásame esos dos panes de jamón que están a tu lado, - Gritó Soledad. Todo era movimiento en la cocina de la amiga.

Mientras esto ocurría, algunos vecinos que no tuvieron visitas esa noche, habían estado escuchando las confesiones, como quién oye el trinar de un ave o logra ver el brote de una planta, en el comienzo de la primavera  y lejos de estar sorprendidos por cada uno de los relatos, el efecto fue al contrario, los puso, cómo les digo… algo emocionados. Los espías del patio contiguo eran personas no tan jóvenes y ya habían perdido el deseo de estar juntos, de disfrutarse uno al otro como lo hacían años atrás. La rutina los había absorbido y eran pobres sombras de un ayer espléndido. En cada relato que escuchaban sentían que crecían las ganas de tocarse y sentirse uno al otro, por lo que habían colocado una colcha en el césped y allí, recostados oían y se amaban. Ella le decía – ¡Armando tenías tiempo que no me tocabas de esa forma, como cuando éramos novios y nos íbamos al auto cine y lo menos que hacíamos era ver la película! – ¿Recuerdas?- Y él le contestaba -¿No te gusta mujer? – Por supuesto que me gusta, este cuerpo está hambriento de esas sensaciones excitantes.

No querían perderse las seis confesiones que faltaban, así que también aprovecharon de pertrecharse de bebidas para seguir a la par de los vecinos en su charla. Esto podía darse porque los jardines del lugar, estaban divididos por un seto alto y bien pródigo, que impedía ver al otro lado de él pero se podían oír todo.

Iban llegaban uno a uno al “Confesionario” como habían quedado en llamarlo. Cada quién venía con dos platos y haciendo malabares para que no se les cayera. Otros con los vasos, el hielo y los cigarros de Karol, que con el ritmo de vida que llevaba, no podía dejar de disfrutarlo y ese era el mejor momento para acompañarse con ese vicio que encontró, entre los bares y conciertos. Ese será otra confesión. En medio de los relatos, se la veía lanzar círculos de humo, luego de exhalar una gran bocanada, como si en eso se le fuera la vida.

Estando ya todo listo, Gisela por haber sido la última en confesar, mueve la lata y saca el nombre de Franck. Cual Hinchas en un partido de Fútbol, los amigos comienzan a gritar - ¡Franck, Franck, Franck!- Éste se levanta, no antes de acomodarse el trago y con su estilo de chico despreocupado, les hace un guiño a las amigas.

Se oye el llanto de un niño a todo pulmón, seguidamente la voz de un hombre que dice a lo lejos, – Calla a ese carajito que tengo que levantarme muy temprano- De pronto todo vuelve al silencio y es cuando el confesado se dirige a los amigos.

- Esto me sucedió, también estando joven. Habían llegado las vacaciones y decidí viajar a otros lugares desconocidos por mí. Me arregle una mochila, con lo suficiente para estar una o dos semanas. Cómo no sabía dónde iría, traté de llevar lo que utilizaría en cualquier situación.

Llegué al Aeropuerto y vi que había boletos sólo para Canadá, lo pensé un momento y recordé que llevaba un suéter por si había frío, cosas de loco pero me decidí y compré mi pasaje.

Eso fue en época decembrina también. Me sentía solo había terminado       con una relación de dos años y no quería pasar por los mismos lugares por donde íbamos juntos en mi ciudad.

El vuelo fue bastante tranquilo, solo que me encontré con una señora que no paraba de hablar y preguntar de cualquier cosa. En una de esas me hice el dormido para que entendiera que no quería conversar y lo más chistoso fue que, en verdad me dormí. Una sacudida del avión fue lo que me despertó y cual no es mi sorpresa que la persona que tengo al lado, no es la señora parlanchina, sino a una mamita rica. El avión siguió zarandeándose y por instinto la chica me agarró la mano. Como ustedes entenderán yo tenía que proteger ese regalo que Dios me puso en el camino o al lado de mi asiento, mejor dicho. La arrimé hacia mí y cual pajarito asustado, temblaba en mis brazos.

Esto pasó por un rato, hasta que se oyó la voz del Capitán diciendo que ya habíamos pasado las turbulencias y que de aquí en adelante, el viaje sería suave y de nuestro agrado.

Me dije – “¿Quién le estaba preguntando algo a este hombre?” Porque inmediatamente la chica se zafó del abrazo que le mantenía, como hombre protector que soy - y lanzó una carcajada-.

Muy apenada por su comportamiento, según ella, me dio las gracias y volvió a su lugar.

La conversación no se hizo esperar por supuesto. Ya para la media hora tenía su número de teléfono y nombre. Todo iba a la perfección. Es más no me acordaba del porqué había decidido ir a Canadá.

Le conté mis razones para viajar, las que a mí me interesaban, y que no conocía  gente alguna en ese lugar del mundo. Fue cuando el cielo se abrió y un rayo de luz me iluminó, la chica me invitó a su casa para que pasara esas dos semanas que tenía para estar en su país.

Les confieso que estuve a punto de hacer la danza de la victoria, pero tuve que contenerme y muy seriamente le di las gracias pero no sabíamos que dirían sus padres. -No te preocupes- me dijo estoy segura que ellos te recibirán muy bien.

Al llegar al Aeropuerto Internacional de Toronto Pearson esperamos, bueno ella esperó su equipaje y fuimos rumbo a su carro que había dejado estacionado allí. ¿La siguiente parada? su casa.  

Por el camino, le avisó a su familia que llevaba un invitado. Al colgar, me lanzó una bellísima sonrisa, donde mostraba una hilera de dientes blancos como perlas y dijo -todo está bien, nos esperan-.

Qué puedo decir de su casa era grande, hermosa, elegante.
En el porche nos esperaba una mujer extremadamente atractiva. Llevaba unos pantaloncitos cortos, muy serios ellos y una blusa transparente. Los zapatos de tacón la hacían ver más alta. Cual no es mi sorpresa, al saber que esa mujer era la madre de mi amiga. Ya podía ver de dónde venían esos ojos verdes y esa sonrisa cautivadora.

Nos conocimos y e inmediatamente sentí el trato cordial del cual era objeto, me atendieron a cuerpo de Rey. Luego conocí al papá, algo gruñón y despreocupado. En el almuerzo no le dirigió la palabra a ninguno. Se levantó y se fue.

Tenían una piscina de unos cincuenta metros, con un jacuzzi precioso. Allí pasamos el resto de la tarde, tomando y comiendo lo más exquisito que jamás había probado.

Ambas mujeres en traje de baño, les puedo decir que eran igual de hermosas y no se podría saber quién era la madre o la hija. Ambas se esmeraron en que me sitiera cual Jeque. El padre salió de viaje por asuntos de negocios, que lo mantendría lejos por unas semanas.

Cayendo la tarde, me indicaron que la cena estaría lista para las ocho de la noche, aconsejándome descansar y prepararme para una suculenta cena.

Al bajar, las damas se habían vestido elegantemente y recordé los jeans que llevaba medio arrugados y una camisa, igual de magullada. Mis zapatos eran los más viejos que tenía y me di cuenta en ese momento pero ustedes saben cómo soy, me olvidé del asunto porque no dañaría esa cena tan suculenta que tenía ante mis ojos sentándome en el lugar que me indicaron pero estoy seguro que distorsionaba completamente con todo lo que había en ese lugar y en ese momento.

Fue una cena afrodisíaca completamente. Fueron platos de mariscos y otros de Langosta, con su respectiva ensalada. Al terminar nos retiramos a una de las salas para oír música y tomarnos un licor digestivo.

La chica me sacó a bailar, mientras, su madre nos observaba. En una vuelta que doy vi que la madre estaba al lado de nosotros y le dijo a su hija que ella quería bailar también y seguí el son con la madre. Claro que se notaba la diferencia, en el tacto, cuando la tomé en mis brazos. Era fuerte y de cintura estrecha. Bailaba muy pegado a mí y yo temía faltarle el respeto. De repente se apretó mucho más y allí sentí todo su cuerpo que unido al mío bailaban a un mismo ritmo. La atraje más hacia mí para que sintiera lo que estaba provocando y mientras me veía pícaramente, sus labios sonrieron, de una forma muy provocativa.

En verdad les digo que yo no sabía, en ese momento, qué pasaba o cómo debía comportarme, cuando siento que la hija se ata a mi espalda y comienza acariciarla y lo que le sigue a ella. Sus manos se deslizaban hacia adelante y descubrió mi respuesta a lo que estaba pasando y continúo su trabajo.   

La madre abrió sus labios y en un beso suave y excitante  permaneció pegada sintiendo cómo su hija me acariciaba. Me daba la impresión que la hija estaba como alumna en un taller de cómo excitar a un hombre. Al final la Maestra no se dejó quitar su lugar.

De allí en adelante, nadie habló. Solo fueron caricias y besos frenéticos entre los tres. No me dieron tiempo de buscar un preservativo, esas mujeres traviesas ya lo tenían dispuesto y listo para ser usado.
El padre no llamó mientras estuvo fuera y la casa con sus mujeres las tuve para mí todo  ese tiempo.

Se me terminaban los días para regresar y con mucho dolor tuve que decirle adiós a esas Diosas del amor. Hoy por hoy no he reflexionado de lo que pasó allí. Total eran unas vacaciones, luego de una ruptura de corazón. Definitivamente alguien me quiere mucho allá arriba porque me puso en el sitio y momento perfecto.  

Al fin una confesión sin tanto drama –dice Milagros- me pareció buenísima y muy excitante Franck. Todos se levantaron y brindaron por esa erótica confesión. -No todo debe ser dolor. Aunque existan penas en el alma, siempre tenemos que buscar lo que nos haga feliz y seguir adelante- continúo diciendo Milagros.

Los vecinos dejando todo en el césped, se dirigieron a su cuarto para recapacitar de lo que habían sentido, tras compartir la confesión de Franck. Se prometieron mejorar su relación íntima con fantasías y atreverse a retozar en el juego del amor.

Ya vamos acercándonos a la décima confesión. Con ésta llevamos cinco y la de Milagros me parece que será interesante. Sígueme y pronto podrás oír todas las confesiones…



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
26 de diciembre del 2015


martes, 22 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD...







Cuarta Confesión


EL FUEGO DE GISELA…




Pasaban las horas y los amigos se sentían, cada vez más entusiastas por cómo iban dándose las cosas, en su reunión navideña.

Raúl, por haber sido el último en confesar movió la caja y sacó el nombre del próximo que nos relataría su confesión más oscura que tuviese y que quisiera sacarla, de una vez por todas de su mente. Gisela fue la siguiente pero tuvieron que agarrarla rápido porque ya había saltado para salir corriendo de la casa. Luis le dijo – Amiga, ya hemos pasado tres y nos confesamos y déjame decirte que me siento desahogado luego de hacerlo. A ti te pasará lo mismo, recuerda que estás entre amigos- Así fue que lograron colocarla en el lugar de la X, mientras mantenía una aptitud de cierre total. Los brazos cruzados, las piernas juntas y rectas. Sus ojos los tenía apretados y su rostro inclinado hacia el suelo.

Gisela era una chica delgaducha y poco agraciada. Ya llegaba a los veinticinco y no se le conocía relación romántica alguna y tampoco amistades cercanas.

A ella la podías encontrar entre los libros y con una mesa repleta de documentos sobre la historia de países donde existieron Faraones y Pirámides. Todos la llamaban “Ratón de Biblioteca”. Era difícil que fuera a reuniones con sus amigos, esta noche había sido una exención muy grande porque fueron casi todos a su casa y la sacaron arrastras y esto no lo digo literalmente. Las mujeres le escogieron la ropa y casi se la ponen a la fuerza. Los muchachos esperaban en el carro, con el motor encendido para salir, tan deprisa, que ni el sonido de la puerta de la casa, al cerrarla, le produjeran ganas de regresarse. A regaña dientes se metió en el carro, con una expresión de susto.

Gisela tenía su autoestima bastante baja. A través de su vida, las cosas no fueron muy agradables.

Tenía ojos pequeños y oscuros. Su nariz era grande, del tipo aguileña. Sus cejas se encontraban en el entrecejo, cual enramada en un árbol. Sus padres no ayudaron mucho a mejorar su aspecto interior porque siempre le resaltaban su falta de gracia y su delgadez. Como su amiga, puedo decir que lo que más prevalecía en su rostro eran sus labios. Pareciera que la Madre Naturaleza se hubiese dedicado, muy especialmente a esculpirle unos labios carnosos y suaves, que hacían de su sonrisa la luz que iluminaba toda su cara. Posiblemente era eso lo que hacía a Gisela interesante, según había oído entre los chicos.

Su delgadez no era por que estuviera haciendo alguna dieta, sino que desde pequeña así fue. Más, como dije anteriormente, esa inigualable Naturaleza había puesto a ese cuerpo consumido, un par de senos redonditos, que cualquier médico cirujano jamás podría esculpir. Tenía un vientre plano pero con una caída, algo pronunciada que obligaba a notarla. Su derriere estaba proporcionado, con respecto a su delgadez y aún más. Total que la chica, a pesar de su aspecto desaliñado, si la analizabas bien llegabas a la conclusión que sólo había que fortalecerle su auto estima, lo demás tenía solución.

Todos estaban conscientes de que sería difícil para ella contar alguna cosa por eso esperaban tranquilamente. Raúl se levantó y le dio un trago de ron, mientras le dijo – Hasta el fondo amiga- Gisela levantó sus ojos y con lágrimas, que salía de ellos, le agradeció el gesto y se tomó el licor de un solo golpe, sintiendo cómo se escurría quemándole la garganta. Sacudió la cabeza y al darle el vaso a Raúl comenzó su relato…

- Cuando tenía quince años, mis padres decidieron recluirme en un Instituto para señoritas porque pensaban que sería la mejor forma de que pudiera hacer amigas y abrirme más a la vida. Ellos viajaban  siempre por asuntos de trabajo o de placer. Muchas veces llegué a pensar que había sido el resultado de un momento de descuido por no usar un protector o que no se acordaron de la pastilla. Siempre me sentí como el “Patito feo” Los chistes en la familia, siempre iban dirigidos a mi aspecto delgado y mi pronunciada nariz. Eso hacía que me fueran refugiando, cada vez más, en mis estudios y en mí.

Me internaron en un colegio de mucho caché, donde solo ingresaban las niñas de bien o las que tenían la posibilidad económica de asistir. Esas a las que nadie podía manejar por cualquier causa. Porque eran agresivas, pensaban diferente, las que estorbaban en el círculo social de sus padres. Allí llegaban como desechos de esa sociedad de barbees.

El lugar era bastante grande y el edificio abarcaba cuatro pisos repletos de habitaciones, donde vivían dos por cada una. Era un sorteo el que te tocara para compartir tu sitio. A mí me tocó compartir con una chica de nombre Samara que venía del Brasil. Ambas éramos un tanto calladas y solo nos comunicábamos, según lo que necesitáramos por lo demás no sabía qué hacía ella en el día.

A los dos meses de estar en el Instituto, mis padres, creo recordar que me visitaron dos veces y se podría decir “como visita de médico” rápidos y concisos.

El tiempo transcurría entre mis clases y mi silencio. Cierta mañana mi compañera no amaneció en el dormitorio. No era que me importara mucho pero me pareció extraño porque, en el tiempo que llevábamos allí, nunca habíamos dejado de dormir en el cuarto, sin importar a qué hora llegáramos. Me dirigí al Director y le hice ese comentario. Me dijo que me tranquilizara, que seguro estaba por llegar. –“Esas niñas, como Samara, tienen un comportamiento algo extraño”-

Esas palabras me parecieron insólitas, sobre todo viniendo del Director del lugar. Salí de su oficina y me fui a mis clases.
Como les dije, en el día no nos veíamos mi compañera y yo por lo que opté a ver si cuando llegara a la habitación, ya ella estaba allí. Pero no, Samara no apareció esa noche.

Ya no tenía a quién preguntarle y empecé a investigar por mi cuenta. Fue la primera vez que trataba con otros estudiantes. Sentí que era una obligación, de mi parte el buscarla, ya que parecía que a nadie le importaba que una chica estaba desaparecida. Los maestros no daban parte de la ausencia de ella en sus clases. Resultaba extraño definitivamente.

En eso hizo un alto y como otros pidió otro trago doble. Se lo tomó igual que el primero, de un solo jalón y prosiguió su relato…

-Cuando ya iban dos días sin saber de Samara busqué en sus cosas esperando conseguir algún nombre o teléfono al que pudiera llamar para notificar su desaparición. No tenía agenda telefónica y en sus cuadernos no había indicios de que tuviese a alguien que le importara. Me retraté tanto con ella, en ese momento. Que las ganas de encontrarla se volvieron mi razón de vida.

Ya no asistía a las clases normalmente. Empecé a estudiar el comportamiento de los compañeros y maestros. Pasaron tres días y pude notar un movimiento extraño, luego que terminaban las clases y los alumnos se retiraban a sus habitaciones. El tren de maestros junto con el Director, siempre se reunían en una casa que estaba algo alejado del lugar de estudios. Esa noche me vestí de negro y por mi aspecto delgado estaba segura que pasaría desapercibida en la oscuridad de la noche. Me escabullí por el garaje de la casa y con mucho cuidado fui acercándome al lugar de donde provenían las voces del grupo de maestros. Era una habitación, en la parte de atrás, donde estaban reunidos. El Director era el que los mandaba a callar para empezar lo que habían ido hacer.

Se me secó la garganta, cuando lo oigo decir –“Esta chica ha resultado un problema para todos. Aunque no tiene padres o parientes que la extrañen, está su compañera de cuarto, que ha estado haciendo preguntas por ella, en diferentes oportunidades. Eso no se había visto antes. Recordando que esos muchachas que dejan aquí es porque no los quieren en sus casas y poco les importa la suerte que pasen pero hoy tenemos un problema, esa chica Gisela puede alborotar el avispero y dañar nuestro momento de satisfacción, así que hay que hacer algo y de manera inmediata”- Las piernas no me obedecían y seguía plantada en ese lugar oyendo las vociferantes palabras de los allí presentes. Daban la impresión de ser un grupo de animales enajenados y sedientos. Yo no atinaba a entender qué tenía que ver Samara y yo en esa reunión. Me fui retirando poco a poco para regresar a mi habitación pero percibí un quejido y me fui acercando agachadita hacia la ventana y pude ver a Samara amarrada de pie y manos a una viga que estaba en el centro de la habitación. En ese momento entraron todos los allí presentes y le cedieron la oportunidad al profesor de matemática para satisfacerse, como él quisiera con ésa.  
La bata que cubría el cuerpo de Samara la arrancó de un tirón y empezó a saborear el sudor que emanaba de ella. Era como alimentarse del miedo de un ser humano. Mientras más sudaba, más goce conseguía e inmediatamente comenzaba a darse placer para luego poseerla. El grupo que observaba, se excitaban al observar la escena.

Hubo un momento en que nuestros ojos se encontraron. Ambas llorábamos por lo que estaba pasando pero el miedo me paralizaba. Cuando ya iban por el tercero de ellos,  muy dentro de mí salió un grito, que tuve que acallar para que no supieran de mi existencia.

Entre sollozos y temblores, Gisela siguió contando. Hasta el perro de la vecina, que había estado ladrando con desesperación se había callado  y solo se oía su llanto y su voz se quebraba al hablar…

Milagros se acerca a Gisela y le dice –Amiga si no puedes continuar tu confesión, nosotros lo entendemos y terminamos con este jueguito que se está tornando tétrico, en verdad… -Gisela le contestó Seguiré contándoles para ver si los fantasmas que habitan en mi mente logro exorcizarlos-

Estaban tan ocupados en su horroroso rito, que no se dieron cuenta que había entrado a la casa y me fui derecho a la cocina. Agarré dos cuchillos. No me pregunten cómo lo hice pero entré al lugar como una loca gritando y lanzando cuchillazos a diestra y siniestra. Los primeros en caer fueron el Director y dos de los maestros. Los otros asustados se echaron hacia atrás. Logré desatar a Samara y salimos de la habitación, no sin cerrarla por fuera para que no pudieran perseguirnos. Busqué fósforo y le prendí candela a toda la casa.

Corrimos tan rápido como pudimos y llegando al edificio donde estaba la habitación, volvimos la vista y vimos cómo las llamas en su danza macabra gozaban mientras envolvía a esos seres retorcidos, que no solamente habían dañado a mi compañera. Supimos luego que llevaban años desapareciendo chicas, a las que nadie buscaba.

Temblando nos metimos al cuarto y acurrucadas en una esquina nos abrazamos llorando como lo hace un animal herido.

Al otro día nos enteramos que habían encontrado, a la mayoría de nuestros maestros incinerados en una casa que estaba provista de materiales para la tortura y el masoquismo. Por ese acto fue que empezaron hacer averiguaciones y lograron conseguir, en una hectárea, al lado del Instituto, fosas comunes de cuerpos decapitados y descuartizados de mujeres.

Mis padres jamás volvieron a saber de mí porque al otro día Samara y yo nos fuimos del lugar buscando hacer una nueva vida.
Hoy seguimos juntas. Buscamos ayuda profesional y nos enrumbamos hacia proyectos que nos hemos trazado. No hemos hablado con nadie de nosotras por evitar que nos encuentren pero esta Navidad siento que será distinta y podremos hacer la vida más normal, como todos los demás.

Al terminar su confesión, se secó sus lágrimas y les dio las gracias a todos por permitirle desahogar esa basura que la tenía, aún, atrapada. Los amigos gritaron ¡Bien por Gisela! Te felicitamos por haber tenido la valentía de ayudar a tu amiga. Y chocando los vasos brindaron por esa tremenda confesión…

Esta es la cuarta confesión. No esperábamos que nuestra Gisela hubiese tenido que pasar por tremenda experiencia. Hoy la sentimos más cerca al grupo.

Nos faltan seis confesiones Navideñas, sígueme y así podrás disfrutar de los secretos de esos diez amigos. No te lo pierdas…




Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
22 de diciembre de 2015




jueves, 17 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD…








Tercera Confesión.

RAÚL EL EXCÉNTRICO...


Con el pasar de las horas, la llama de la fogata se apagaba, por lo que dos de los chicos se ofrecieron para buscar más leña por los alrededores de la casa de Milagros, con la condición de que nadie hablara de sus confesiones, mientras ellos buscaban.

El resto aprovechó para pertrecharse de golosinas y cosas para comer. Sacaron la otra botella de ron porque en las dos últimas confesiones, se habían tomado dos botellas. Conociéndose, cómo eran en cosas de juergas, cada uno se presentó con dos botellas, de distintas marcas, al final, nadie le interesó ese detalle. Lo único que querían era tomar y festejar la llegada de la Navidad.

Una de las mujeres corrió al baño, mientras que otras se ocuparon en hacer unas papas fritas con salsa de tomate, que a todos les encantaba comer mientras tomaban. Cuchicheando entre ellas, se reían de lo interesante que estaba resultando la reunión. Gisela le decía a Soledad – Amiga pero que bien guardado te habías tenido esa excitante experiencia. Todo este tiempo pensando que tu vida era rutinaria y de repente sabemos de semejante experiencia. Si hubiese sabido que las reuniones eran tan informativa, sincerándonos con los amigos, desde hace rato hubiese contado…. No se los voy a decir y se sonrió con un algo de maldad. Tendrán que esperar mi turno. Las otras se miraron y dijeron – ¿Gisela diciendo algo de ella? será trascendental porque tú eres muy cerrada, en cuanto a tus cosas personales. Y salieron riendo hacia el sitio donde estaban reunidos.

Ya los muchachos habían encontrado material para que la hoguera siguiera encendida. Colocaron la botella y la comida sobre una mesa improvisada, con candelabros de muchas velas, que le daba al ambiente un no sé qué de confidencialidad. Seguidamente empezaron a mover la lata. Luis, por haber sido el último en relatar su confesión fue el que sacó el nombre y le tocó en suerte a Raúl. Todos gritaron el nombre de Raúl incesantemente, -Raúl, Raúl, Raúl.

Alzó los brazos a manera de que ya sabía que le tocaba y se levantó con un vaso lleno de ron. Apresurando el trago se dispuso a contar su historia.

Daba risa verlo allí parado en pijama, siempre era el que nos hacía reír constantemente pero su rostro se transformó de la risa a lo dramático, cuando empezó a narrar.

- Yo vivía en uno de los suburbios más pobres de la ciudad. Éramos cinco hermanos y tenía el tercer lugar entre ellos. Muchas veces tuvimos que salir, desde muy jóvenes a las calles para buscar comida. Los pequeños se quedaban con nuestra madre. Mi padre no fue un buen ejemplo para nosotros pero eso no viene al caso, en este momento. Posiblemente sea parte de lo que ahora soy, hoy ustedes podrán entender, del porqué de mi forma de ser.

Todas las tardes, mamá nos arrimaba a un rinconcito del cuarto para aprender las letras, ya que no podíamos ir a la escuela. Salíamos a caminar por entre los carros para pedir algo qué llevar a la casa. Eran más las veces que llegábamos sin nada que lo que lográbamos encontrar.

Había ocasiones, en qué y no me enorgullezco de eso, nos escabullíamos por los mercados e íbamos agarrando algo aquí y allá. Ese día comíamos a cuerpo de Rey pero eso no era siempre.

Rondaba los dieciocho años por lo que ya estaba grande y no era fácil conseguir que te regalaran comida y mucho menos ropa.

Ese día, en que no había conseguido algo para llevar a la casa, me apoyé a una pared, sin ganas de regresar, no quería que me vieran con las manos vacías. En eso un hombre se me acercó y me preguntó sobre una dirección. Levanté la vista para ver quién era, no me sentía con ganas de hablar con la gente.

El tipo estaba muy bien vestido, se había bajado de un carro último modelo y olía a perfume caro. Tratando de no verle mucho la cara le expliqué por dónde debía ir para llegar a la dirección que buscaba. Él me dio las gracias y unos billetes. Seguí con la cabeza baja viendo cómo sus zapatos, relucientes, se alejaban del lugar.

Como loco salí corriendo y compré comida. Mamá preguntaba de dónde había sacado tanto dinero y le comenté lo que había pasado. Cuidado muchacho, me decía, tú no sabes las intenciones de ese hombre. Yo no entendí por qué mi madre me decía eso, si lo que importaba era, que había logrado llevar comida para la familia.

Ese día todos mis hermanitos pudieron acostarse con sus barrigas llenas y muy satisfechas, al igual que mi madre y yo.

Pasaron los días y yo no encontraba trabajo, era muy joven para unos y nada diestros para otros, así que seguí en las calles tratando de conseguir para comer. Recuerdo ese día como si fuera hoy. Al pasar por un Restaurant de lujo pude ver, sentado junto a otras personas aquel hombre que me había dado el dinero, no había ninguna duda era él. Me atreví y entré. Entenderán que las personas que estaban allí me vieron con desprecio pero a mí eso no me importaba, yo quería hablar con ese señor.

Al llegar a su mesa, él levantó la cara y escudriñándome muy detenidamente dijo. Ah! Eres tú, el que me dio la dirección aquel día e inmediatamente, se levantó y me saludó con un fuerte apretón de mano diciendo, Yo soy Crisanto. Todos en la mesa quedaron perplejos al ver el clase de comportamiento que tenía él para con uno de nuestra nivel.

Se excusó un momento y me llevó a un lado del Restaurant para conversar y preguntarme qué me había movido a entrar y buscarlo. Sin mayor tapujo, le lancé una petición. ¡Quiero ser como usted! El hombre se sonrió y dándome una palmada en la espalda, sacó de su saco una tarjeta y unos billetes. Te espero mañana a las ocho en punto en esa dirección – dijo seriamente.

Que les puedo decir, para mí fue maravilloso, que un hombre tan importante como él, me hubiese atendido y dado una tarjeta quería decir que ya mi vida empezaba a dar un vuelco impresionante hacia algo mejor.

-Pidió otro trago y continúo su relato. Claro que asistí a la cita. No fui con mis mejores galas porque para ese entonces, lo que llevaba encima eran las galas de todos los días.

Llegué a su Empresa y pregunté por él, inmediatamente me llevaron a su oficina. Al entrar estaba dándole órdenes a una secretaria y a otro señor, voltio a verme y me indicó que me sentara. Yo estaba deslumbrado por tanto lujo, ni en mis mejores sueños, había logrado imaginar que existiera un sitio como ese.

Luego de una media hora de espera, Crisanto apareció remangándose los puños de la camisa y pidiendo excusa por haber sido tan descortés, al dejarme esperando.

Empezó hacerme preguntas de toda índole y yo le contesté con la misma franqueza conque me las hacía. Me dijo – ¿Raúl quieres aprender el negocio de la moda? Necesito tener en la Empresa una persona de mi entera confianza. La paga no será problema, sólo tienes que acatar mis órdenes y necesidades.

¿Qué hubiesen dicho ustedes? Bueno, eso mismo le dije yo y empecé a trabajar al otro día. Por supuesto que primero pasamos por tiendas de ropa y zapato para caballero, era evidente que necesitaba estar a la altura de todos los que allí laboraban. Me adelantó el sueldo y esa noche le llegué a mi vieja con tremendo mercado. Se alegró muchísimo, por supuesto, sin embargo no dejó de repetir las mismas palabras que me había dicho cuándo lo conocí “Tú no sabes las intenciones de ese hombre”. Ya basta vieja –le dije- hoy que nos entra un poco de suerte me vas a dañar la noche y salí al patio para analizar lo que me estaba pasando pero no vi nada malo en ello.

Pasaron los primeros meses y éstos fueron de adiestramiento, tanto en lo que respecta al trabajo, a mejorar mi apariencia y la forma de comportarme ante la gente. Ya parecía un Pavo Real, con relojes finos y zapatos de marca. De mi cuerpo ya nos salían esos olores que indicaban pobreza, al contrario, usaba las fragancias más exquisitas del mercado. A todo eso me habían llevado las ansias de tener algo mejor y de ser alguien respetable.

Una noche en que salía de una reunión con mi jefe, el grupo de la oficina organizó un tipo de celebración por haber llegado a las metas impuestas, en un Restaurant de lujo. Ese día había quedado con una novia que tenía, en vernos en un lugar. Tuve que llamarla para cancelar la cita, le comenté el por qué y quedamos en vernos al día siguiente.

Desde que trabajaba en ese lugar, nunca había asistido a una de esas reuniones, que muy de vez en cuando ofrecían.

La fiesta no sería en el área del Restaurant, había una especie de salón que tenía el sitio adecuado, según dijeron algunos, donde lo menos que se hacía era comer.

La decoración era para distintos gustos,  en cuanto a sexo se refería. Todo era con clase. Las mujeres que allí estaban eran las más hermosas que hubiese visto. Eran mujeres y hombres jóvenes, que por pagarse sus estudios, dedicaban algunas horas en ganarse unas monedas, de una manera fácil, según pensaban algunos.

En una de las habitaciones se encontraba un grupo de la oficina y me invitaron para que viera lo que iba a pasar. Soy un hombre y no podía decirles que no porque se me tildaría de Gay, aclaro que no tengo problema con los que han decidido tener una proyección sexual distinta a la mía, los respeto pero yo no soy… así, bajó el vaso y pidió que se lo llenaran.

Al entrar a la habitación, me dijeron que hoy iniciarían a una virgen y que era un privilegio para mí, estar en ese momento, porque me haría apreciar mucho más a la mujer. A todo esto mi jefe no estaba por esos lados y yo miraba de un lado al otro para identificar a la virgen. Suponía que todo era con la aceptación de todos los que estaban allí, quiero decir, que todo era una especie de rito normal entre ellos. Esperen un momento que este trago que me dieron se me quedó varado en la garganta ¡Carajo! –dijo con un carraspeo fuerte y siguió hablando. 

Sin aviso alguno me sujetaron tres hombres, mientras que dos de las mujeres que estaban allí, me quitaban el pantalón y los calzoncillos. Yo trataba de zafarme pero no podía. Le daba cabezazos a los que lograba alcanzar pero era inútil. De repente apareció mi jefe y fue cuando entendí que la Virgen era yo.

De allí en adelante mi vida cambió completamente, mi excentricidad es la máscara que tengo para el mundo. Es mi forma de tratar de anular lo ocurrido. Es la razón del porqué nunca más pude verle los ojos a mi madre.

Hoy soy un hombre exitoso y con dinero. Tengo lo que siempre anhelé, materialmente hablando  pero ya no soy dueño de mi esencia, como hombre. Esa noche, no solamente perdí mi virginidad, también perdí mis sueños. La chica a la que amaba la perdí, tampoco pude enfrentarla.

¡Hoy ante ustedes me declaro Gay! y soy feliz diciéndoselo a mis amigos. Entendí que debo ser sincero conmigo principalmente y sacarle a la vida el mejor tajo de felicidad que pueda sin importar en qué bando estoy, sino lo bueno que dentro de mí existe.

Todos quedaron en silencio por un segundo. Viéndose a los ojos, se levantaron y abrazaron a Raúl quedando, luego de esa confesión, más unidos a él.

Con esta confesión del amigo Raúl, solo nos faltan siete y pintan excitantes. No te las pierdas…



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
17 de diciembre de 2015









lunes, 14 de diciembre de 2015

DIEZ SECRETOS EN NAVIDAD....








Segunda Confesión.

LUIS Y SU MAESTRA DE SECUNDARIA…


Al terminar Soledad su confesión, se acorrucó cerca de Milagros, con un trago en una mano y un cigarro en la otra. La vista la tenía distante, como si estuviera en otro lado. Milagros le dio un codazo y le dijo –Mujer despierta voy a pensar que lo que contaste es cierto y lanzó una carcajada mientras la abrazaba.

Del otro lado del grupo, que estaba muy animado por ese primer desahogo comenzaron a  gritar –Amigos, amigos –dijo Fredy- vamos a seguir con la ronda de confidencias. Aquí está la lata con los nombres, la moveré muy fuerte para ver si quedo de último en este juego. Inmediatamente agitó la lata, con tanto ímpetu que por poco se le cae al suelo.

Ahora vamos a ver, qué mano pura y casta saca el nombre del que le toca desahogarse. Gisela, una chica delgaducha y de nariz aguileña sugiere que sea Soledad la que lo haga y así sucesivamente cada vez que termine una historia, éste sacará el nombre. Todos accedieron y de esa forma fue a Luis que le tocó el turno.

Luis era un chico, de esos que las muchachas quieren tener como novio para impresionar a las otras mujeres. Era alto, buen mozo y con una voz muy seductora. Las mujeres que allí estábamos le pusimos cara provocativa pero era solo para molestarlo, ya que ninguna de nosotras había querido estar con él y no porque Luis no lo hubiese intentado pero como éramos tan amigos y le conocíamos todas sus facetas, lo preferíamos de amigo nada más.

Colocándose en el lugar de la X ve que todos estábamos esperando que dijera la primera palabra “Confieso…..” pero éste se hizo de rogar. Se creía la gran cosa pero con nosotros no le iba bien esas poses y empezamos a gritar ¡Que cuente, que cuente, que cuente!

Bueno está bien –dijo, acomodándose el cuello de la camisa. Les comentaré que yo era un niño muy hermoso -y todos dijeron ¡Buuu! Es cierto era muy bonito. Tenía el cabello rubio y mis cachetes eran regorditos. Bueno no solo mis cachetes. Se voltea y nos muestra sus posaderas y dice, de esto es lo que les hablo.

Siempre he sido de nalgas redondas y grandes. Cuando estaba en el tercer año de secundaria, no me gustaba hacer deporte porque los muchachos se burlaban de mí. Teníamos para entonces una Maestra que hacía las veces de guía y siempre terminaba en su oficina porque había golpeado algún mequetrefe que se hubiese metido conmigo. Ya ustedes saben cómo era todo eso llamaban a los padres y les decían que era muy agresivo, que golpeaba a los otros muchachos bla, bla, bla. Hasta que un día, la Maestra guía, en uno de esos agarrones que tuve y por lo que me mandaron a su oficina, me dijo que esa vez no llamaría a mis representantes para ver si yo podía solucionar las cosas por mi propia cuenta pero eso sí tenía que hacer algo que la satisficiera a ella, cuando me lo pidiera y así no los llamaría.  

Qué les puedo decir, en cosas de mujeres era un neófito. Nunca había tenido novia por la misma situación que arrastraba con lo de mi cuerpo y no entendía de qué estaba hablando. Me pareció que quizás necesitaba que le podara el césped o que le hiciera algún mandado porque ella no tenía tiempo. Por mi mente pasaron millones de cosas que estaba seguro podría hacer, si en eso iba la posibilidad de que no llamaran a mis padres. Yo acepté y me fui a la otra clase que me tocaba.

Dos días después, la Maestra guía me manda a llamar, ya estaba por sonar el timbre de salida y me llevé mis libros para ir luego a mi casa.

Toque la puerta y respondieron –pasa. Buenas tardes Maestra, Ramón me dijo que usted me llamaba. Si Luis pasa y siéntate un momento aquí al frente. Quiero conversar contigo de qué es en realidad lo que pasa contigo y tus compañeros. Cuál es el verdadero motivo para que ellos te molesten. Tú sabes que soy tu Guía y que puedes tener toda la confianza conmigo.

Un momentico, un momentico –exclama Frank, que esto se pone bueno y no quiero perdérmelo ni por un momento. Se levanta y agarra la botella de ron y se sirve un buen trago y sentándose le dice a Luis –Ahora sí, continúa.

Luis agarra aire porque se ha dado cuenta que quedará, esa noche expuesto ante sus amigos. Jamás le había comentado, ni una palabra, de esto a nadie y hoy sus nueve amigos se enterarán por un simple juego navideño. En fin que ya había empezado y no podía echarse para atrás.

Yo empecé a explicarle a la Maestra del porqué yo me agarraba a golpes con algunos alumnos y le dije que era por mis, como decirlo, sin que suene maricón, mis glúteos, eso, así suena más biológico. Ah! -dice ella, así que es porque tienes unas nalgas provocativas. Los ojos se me querían salir de las órbitas y el corazón comenzó a latir, no como un corcel, sino como una mula que era fueteada por atrás. Diciendo esto, se dirigió a la puerta y la cerró con llave. Yo no sé si entendía lo que pasaba o no quería entenderlo pero allí estaba yo con una mujer de unos treinta años. Hermosa, con un cuerpo despampanante y unas piernas que se cruzaban ante mis ojos, dejando ver más allá del umbral.

Quise levantarme y salir corriendo del lugar pero eso ya estaba vedado para mí. Ella ya tenía un plan y sentí que no aceptaría un no como respuesta. Sentada sobre el escritorio y yo al frente, se subió la falda, dejando sus muslos al descubierto. Recuerden que estaba en secundaria y que las hormonas se movían a un ritmo más rápido y la respuesta de este señor fue inmediato. Me tapé con las manos para que ella no se diera cuenta de lo que me estaba produciendo verla así ante mí.

Que ingenuo era, por supuesto que sabía lo que me pasaba. Abrió las piernas y metiendo su mano, empezó acariciarse suavemente. Creo que yo no respiraba, no podía dejar de ver ese suave vaivén de sus dedos cuando traspasaron su ropa interior y comenzó una especie de juego macabro. Y me preguntaba – ¿Te gusta Luis? ¿Quieres tocarla? ¿Quieres jugar con ella? Y yo paralizado completamente.

Sigo viendo el excitante movimiento, cuando se baja de la mesa y se saca sus bragas. Éstas despedían un aroma subyugador, que era como una aplanadora para todos mis sentidos y seguía acariciándose a medida que se iba acercando cada vez más.

Cuando llega a donde yo estoy agarra mi cabeza, con firmeza y la baja pegando mi cara a su sexo. Ese olor era tan penetrante que inmediatamente comencé a besarla. No quería salirme de ese lugar. De repente sentí un calor abrazador en mi boca y sin saberlo disfruté de un néctar delicioso que emanaba de las entrañas de esa deliciosa mujer.

Muchacho al fin no necesité ni que me tocara porque no pude contener mis ansias en ese momento.

Luego se tranquilizó y se retiró dándome un beso en la boca y saboreando mis labios con mucho placer. Se volteó y me dijo –Al salir cierra la puerta, por favor. Espera mi llamada y recuerda que esto no sucedió.

Me levanté y salí flotando de esa oficina hasta llegar a mi casa. Eso siguió pasando hasta el último año.

El regalo que me dio, cuando terminé la secundaria fue una noche completa de placer en un hotel bien alejado. Fue la primera vez que estuve en sus profundidades en todas las formas conocidas y sin explorar.

Luego de eso no me interesaron los comentarios de nadie. Lo único que hacía era recordarla y con eso tenía bastante.

Los amigos lo aplaudieron y felicitaron por tremenda experiencia y lo invitaron a tomarse unas cervezas para refrescar el ambiente, pues habían quedado muy calientes todos y ahora era que faltaban confesiones por oír.

Así termina la segunda confesión. La siguiente estoy segura que le encontrarás algún parecido contigo. No te la pierdas...




Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
14 de diciembre de 2015