En una noche pude sentir.
En esa noche pasó lo que
tenía tiempo no ocurría.
En una noche recorrí salones
de bailes, donde la gente se aglomeraba para vernos danzar.
En una noche converse de
cosas triviales pero importantes en el momento.
Aprendí que la vida está al
alcance de un dedo, de un insignificante click y una sonrisa exquisita del que
me hablaba.
Esa noche se empezó con un
poema “Desiderata” de Max Ehrman.
Iniciamos con la guinda del
pastel y mira que es lo último que se coloca.
Seguimos con valses noruegos
o rusos, ya no me acuerdo porque no podía permitirme perder el paso, de tan
excelente acompañante. Era un salón grande y hermoso. Los invitados vestían
fastuosos atuendos, sólo que no llevaban ropa.
Lo que más sobresalía en
ellos era su amplia sonrisa y una luz que emergía desde sus cabezas, cual tuvo
que ascendía más allá del techo.
En una noche me encontré con
un atento caballero que me invitó a bailar, sin importarle que yo llevara una
pulsera tejida en macramé dorado, como única prenda de vestir. Sus manos
cálidas fueron tímidas al principio. Siempre, muy cortés, pedía permiso para
tocarme un poco más.
En una noche, el tango fue el
primer encuentro sensual con alguien que nunca dejó de apretar mi alma para
evitar que me sentara.
Luego jugueteamos con la
salsa y nuestros cuerpos recordaron aquellos días, en que nadie nos podía
detener, en la decisión de amanecer al ritmo de los setenta u ochenta.
Un merengue no podía pasar
desapercibido. Su mano atesoró mis caderas e intentó asirlas hacia él pero era
la primera vez que bailábamos y no podía permitirle semejante familiaridad, así
que retrocedió un poco.
El desastre fue cuando
apareció Gilberto Santa rosa, con ese “Tequila y Ron” Ya mis brazos rodeaban su
cuello y nuestros cuerpos danzaban al unísono.
Fue cachete con cachete y
alma con alma. Fue la noche inolvidable de dos solitarios que unieron sus
sueños por unos minutos llegando a sentir que la vida volvía a transitar por
sus cuerpos.
En una noche, a pesar de la
distancia hubo más sensaciones, que cuando estamos con alguien en cuerpo
presente.
Ya era tarde y teníamos que
madrugar, así que cada quien se fue a su cama, con un “Te quiero y Nunca me
olvides” Apagamos nuestros sueños y regresamos a la realidad, con una
maravillosa y dulce sensación de haber sido felices por un corto pero
placentero tiempo.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
11 de octubre de 2016
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