sábado, 22 de octubre de 2016

DANDO VUELTAS EN LA CAMA...





Cristina daba vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño. Había un pensamiento que le rondaba la mente y a pesar, de meditar y hablar con Dios, no podía sacarse de la mente a Federico.

Ella sabía que era casado y que sólo podría existir una buena amistad, entre ellos pero al voltearse hacia el otro lado de la cama volvía aparecer aquella luz que vio en sus ojos, la primera vez que lo conoció.

-Pero bueno señor, te estoy pidiendo que me ayudes a sacármelo de la mente y que pueda verlo, solamente como un buen amigo y vuelve aparecer su sonrisa de niño travieso en mis recuerdos.

Al fin se quedó dormida, mientras la noche transcurría plácidamente.

Se encuentra con Federico y arrimándose un poco para saludarlo con un beso, éste se voltea en el momento en que ella acerca su cara y se encuentran sus bocas al tiempo que sale ese beso casto y efusivo.

Cristina se voltea avergonzada, mientras su rostro se torna color grana. Federico le toma el mentón, suavemente y volteándole el rostro busca de nuevo sus labios para besarlos con más vehemencia. Se dan cuenta que ambos ansiaban esa caricia y se entregan por unos minutos a sentir y saborear sus bocas.

En la mente de Cristina aparece el por qué no debe besarlo y lo retira suavemente.

-Discúlpame Cristina, si te he ofendido pero tenía muchas ganas de besarte. He soñado con esto, desde el día que te conocí.

-Ella con el corazón a punto de salírsele y levantando sus ojos hacia él, le confiesa que ella también deseaba besarlo pero que había algo que la detenía y era que él estaba casado.

Federico,  con la astucia que había obtenido, con el paso de los años, la atrajo hacia él y sintiendo su cuerpo pegado al suyo volvió a besarla. Era imposible desatarse de este lazo que se estaba formando en ese momento. Cómo evitar besarle, si su boca era tan ávida en ese Arte. Cómo no sentir la respuesta de su cuerpo, cuando ya era uno solo. Fue imposible no rodar por la grama, mientras su boca recorría su cuello y sus manos llegaban hasta lo más profundo de su intimidad.

En ese momento no paso gente, nadie los vio. Sólo eran dos personas que se permitieron demostrar, lo que cada uno sentía por el otro.

Federico se transformó en un lobo hambriento y en un dos por tres se la llevaba en la boca hacia su madriguera para devorarla, beso a beso por completo. No apareció el cazador para salvarla de semejante ataque. De sus fauces se escurría un líquido brillante que la envolvía completamente. No hubo gritos, tampoco pelea alguna, se dejó arrastrar como el que se sabe herida de muerte.

Ya en su escondrijo, la fue despojando, con los dientes, de todo lo que le impedía saborear ese aroma de hembra, mientras su hocico husmeaba por entre sus partes, ansioso de percibir el olor del deseo, eso lo excitaba demasiado.

Era imposible cualquier rescate. Nadie sabía sobre ese lugar. Estaba bien camuflado y alejado del vecindario.

Toda la noche la besó y la hizo suya. De vez en cuando le traía agua y frutas para que estuviera fuerte. 

El sol le manoseó los ojos y se despertó dándose cuenta que todo había sido un sueño y que nada había pasado, aunque su cuerpo le gritara, que si estuvo con él. No sabía si lamentarse o agradecerlo. Recordó que al otro día se encontrarían.

Luego de ese sueño, ¿Lo vería de la misma forma? Era una guerra en sus adentros, que no sabía si podría ganarla. 

El mañana, que aún no existe, lo dirá...



Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
22 de octubre de 2016




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