sábado, 31 de diciembre de 2016

UN SUEÑO DE FIN DE AÑO...






Hoy, mientras faltan insignificantes horas para que este año se termine, me siento ante ti, hombre de mis sueños para decirte lo que me ha estado inquietando en estos últimos segundos.

No puedo dejar de recordar aquel día en que nos encontramos frente al mar, por pura casualidad.

Corrían los meses de febrero, para ser más exacta. El mundo celebraba el día del amor. Ah!  Que ridículo me parecía ver a las personas del lugar ir agarrados de la mano, con esa mirada de borrego degollado. No cabía en mí que existiera esa veneración hacia un sentimiento, el cual había sido pisoteado por un cortejo de serpientes, no hacía menos de doce horas. De un zarpazo, me había convertido en la peor enemiga de esa palabra “Amor”. Me sentía como ese personaje que inventaron para navidad, el que odiaba esa época del año, en un “Grinch”.

Ese día caminaba rumiando mi dolor y tristeza, cuando te vi en una aptitud de paz que no correspondía a todo lo que bullía dentro de mí. A medida que me acercaba podía percibir una energía que me alaba hacia ti. Me acerqué y sentí que mi dolor y rabia iban deshaciéndose en el aire como por arte de magia. Sin darme cuenta apareció una sonrisa en mi rostro y me sentí desmallar. En eso llegaron personas conocidas tuyas y te llevaron del lugar. Ansié conocer esa extraña persona, que en segundos había cambiado la forma de cómo ver las cosas.

No sé si recuerdes pero esa noche te tropezaste con una mujer, que hizo que se volcara el plato de comida que llevabas hacia tu mesa. Hoy te confieso que no fue casualidad. Es que no encontraba el momento o la forma de hacerte ver que existía y resultó porque pudimos conversar y entendí, el porqué de lo que había pasado esa mañana en la playa. Llevabas contigo una especie de aura divina que envolvía a cuanta persona se te acercara. Me alimenté de ti, de tu energía positiva y pude ir saliendo de ese oscuro lugar, en que me había sumergido. No soy tonta estoy segura que ya tú habías percibido mi dolor y fungiste como manantial sanador para mis heridas.

Esa noche, en la oscuridad de mi habitación fuiste mío. Tan mío, como sólo lo puede ser aquel que logra penetrar en la membrana más íntima de un ser.

Esa noche supe lo que era estar, no te voy a decir enamorada, no. Fue algo más profundo, una sensación de libertad y posesión combinada.

Sentí tu frenético galopar por entre mis sábanas. Percibí tu olor a hombre entregado a las delicias del que ama.

Una neblina pesada y pegajosa cubría nuestra habitación, lo que hacía más excitante el roce íntimo de nuestros cuerpos. En la penumbra, sólo se veía el brillo de las gotas de sudor, que corrían por los pliegues, seduciendo nuestros sexos. Acompañados por el ritmo frenético de una danza erótica. Voces ahogadas por la sensación sublime de un gemido, bocas ávidas de saciar la sed de amar.

Tus ojos eran como el faro que guía una expedición. No dejaron de observarme en todo momento. Ellos gritaban lo que tu boca callaba.

Fuimos dos locos. Inventamos y vivimos cada milímetro de nuestras ganas. Arremetíamos una y otra vez, con la misma ferocidad del principio. Los cuerpos eran manejados por un antojo de sexo, de acople, de serenidad impresionable. Se sentía que estábamos siendo guiados en cada posición, en cada entrega.

Así pasaron las horas y nos encontró el Alba deslizando por la ventana su primer rayo de oro. Descansábamos de otra entrega furiosa mientras la luz iluminó la figura de tu cuerpo, que seguía unido al mío. Era la fusión de dos almas que entendían lo que es vivir una entrega perfecta.

Se oyeron unos incesantes golpes en la puerta, que lograron despertarme y al abrir los ojos me di cuenta que no estabas allí, todo había sido un sueño. Me sentí decepcionada y entorchándome la sábana fui abrir la puerta. Eras tú quien tocaba. Lo único que entendí de tu charla era que me habías estado buscando y te dieron las señas que te llevaron, esa mañana, a mi puerta. No salía de mi asombro. Ambos nos quedamos viendo a los ojos, sin mediar palabras. Empujaste suavemente la puerta y te dejé entrar. Para qué narrarte lo que pasó, si ya tú lo sabes.

En estos momentos de recuerdos y añoranzas por lo acaecido en este año, te pregunto ¿Volví a soñar esa mañana o fuiste mi realidad más hermosa del año?

En la distancia…
Quién te sueña sin conocerte


Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
31 de diciembre de 2016



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