El suave néctar de tus labios.
La suave piel de tus senos.
Tus gemidos, en esos
instantes de delirio
Son los que me hacen suspirar
por ti.
Tu elegante movimiento al
amarme.
La suave brisa que se desliza
por entre tus piernas.
Ese olor excitante, que
aflora cuando te estremeces.
Hace que mi valentía comience
a temblar.
No importa en qué momento te
vea
No es necesario hacer una
cita.
Nuestros cuerpos sabrán el
instante.
Y cuando ese día llegue
júralo amor mío.
Que no habrá poder en este
mundo que te separe de mi.
Te veo desde la alcoba y tu
rostro, aún enrojecido por la excitación, semeja al de una virgen cándida pero
llena de pasión.
En qué piensas, amada mía.
Por qué tus ojos están
entrecerrados.
Como el que quiere atesorar
algo que le ha sido otorgado.
Es tanta la pasión que
despiertas en mí, que al regresar a mi cama, mi respiración se agita, cual
ave que permanece en su vuelo, sin darse tiempo para descansar.
Volteas lentamente y tu bata
se abre, con un aire de misterio seguido del andar cadencioso de tus caderas
dejando expuestos tus senos, tus exquisitos senos, esos, los que hace unos minutos
los tuve en mi boca.
Ese vientre que palpitaba, al
sentir mi lengua acariciando tu ombligo.
Son tus piernas que al dar un
paso y separarse por breves segundos, me recuerdan que gocé de tus mieles, como
lo haría un ave que pica la flor buscando su néctar. Es allí cuando mis ansias
crecen.
Te quedas al lado de la cama
y lentamente dejas caer ese lazo que cubre tu deliciosa dermis.
Mis ojos desnudan tu piel
blanca como porcelana y tú sonríes pícaramente sabiendo lo mucho que me
excitas.
Te subes a mis caderas y sin
decir palabra alguna.
Comienzas una especie de
danza árabe sobre mí.
Realizas movimientos imposibles
de aguantar – Subes y bajas, al mismo tiempo giras tu vientre, de una manera
que enloquece mis sentidos-
Es más fuerte que yo, aún no
he aprendido, soy un tonto, que sin poder remediarlo, mi esencia fluye
disparada desbordando la copa que la recibe, en un afán por envolver tus
poderosas piernas, que aún sujetan mis caderas y quedo, irremediablemente
expuesto a tu sonrisa sarcástica.
Suena el reloj despertándome
y me doy cuenta que mis sábanas están húmedas y pienso...
¡Rayos era solo un sueño!
No estás en mi cama pero bien
valió la pena
Porque te tuve como yo quería.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
16 de septiembre de 2016
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