Octava Confesión
KAROL SE ADORMECÍA ENTRE EL
HUMO Y EL ALCOHOL, HASTA QUE SE ESCUCHÓ UN GRITO
Lograron tranquilizar a Milagros
con dos tragos de ron prometiéndole que la ayudarían en ese estado de confusión
en que se encontraba. Las cosas se iban destapando lentamente y empiezo a darme
cuenta lo poco que nos conocíamos realmente.
- Bueno basta de lloriqueos, que
aquí vinimos fue a disfrutar de nuestros chismes – dijo Raúl soltando una
carcajada y al mismo tiempo dándole la lata a Milagros. –Sécate esas lágrimas
mujer, que posiblemente ahora es que vas a saber lo que es vivir contigo misma,
que es lo que más importa y saca el nombre del próximo, porque quedan tres
confesiones en el tintero y el sol casi nos agarra y como los vampiros podemos
desaparecer –
No tenía porque moverla mucho. Metió
la mano y gritó el nombre de Karol.
La música que ambientaba el lugar
era de esas románticas, del tipo que se escuchan en las rockolas, las que dan ganas de llorar y seguir tomando
por cada una de las revelaciones.
Ya los vecinos se habían retirado
de sus sitios estratégicos.
En el rincón de atrás, del patio
de la casa de Milagros, apenas se oía (acompañando la música del lugar) un par
de gatos que se instalaron en el techo
del frente emitiendo un romántico ronroneo, que más bien parecía que se estaban
matando. También se unieron para participar de esa velada erótica, sensual y
reveladora
Karol con su atuendo de mujer
liberada. Tatuajes y argollas por doquier, se arrimó al lugar donde confesaría
lo peor que la había pasado. Nunca le gustó usar pantalones por lo que siempre
andaba en faldas cortas y botas hasta las rodillas. Una blusa corta y transparente
era su atuendo de esa noche. Ya sus amigos sabían que no le gustaba usar ropa
interior, por lo que no les sorprendió ver la línea de sus senos dibujados,
hermosamente, en la tela que medio la protegía.
-Esta confesión amerita un buen
trago amigos – dijo Karol dirigiéndose al lugar de las confesiones. Luis le
preparó uno al que el llamaba “Destornillador”. – Este es el perfecto para
sacar todos los demonios que se nos atraganta y con los que pasamos toda la
vida ahogados – Le dijo Luis –
Como saben – empezó Karol- me
gusta la música y por sobre todas las cosas, adoro el Rock fuerte. Ese que se
te mete bien adentro. Como cuando aspiras un perfume y dejas que penetre todas
tus membranas, hasta la última, hasta la más profunda llenándote de de vida. Así es como percibo
el Rock.
Todas las tardes, luego de hacer
mis tareas escolares corría a un lugar donde los chicos íbamos a golpear las
guitarras y a dar alaridos. Ese era el verdadero Rock para nosotros, a esa
edad.
Con el tiempo traté de entrar a
una escuela de música pero mis padres pensaban que si me volvía médico o
abogada, la vida sería más cómoda y satisfactoria. Como ven, haciendo un gesto
con los brazos, no lo lograron. Fueron más fuertes mis ansias de rocanrolear.
En el lugar que les comento, años
después, entraban y salían del lugar, cualquier cantidad de jóvenes. Era el local
del momento, estaba de moda y el que quería oír música ácida, allí la
conseguía. Nadie se preocupaba de nada. Todo era alegría, licor y drogas.
Al costado del lugar, se
encontraba una puerta resguardada por un hombre bien fuerte. Por allí entrarían
los artistas que cantarían esa noche.
Allí estarían el grupo que
estaba sonando mucho por la radio y la cola de personas que esperaban ver a sus
ídolos se encontraba frenética. Una que otra trataban de sobornar al Vigilante
para que las dejara pasar. Algunas lo lograban otras no.
Fue un tremendo relajo el que se
formó, cuando vimos que se acercaba la camioneta que traía a nuestros ídolos y
todas comenzamos a gritar. A medida que se iban acercando, la multitud se fue
aglomerando alrededor del vehículo.
Era un sueño poder ver en persona
al hombre que me hacía volar, en cada arpegio que le sacaba a esa guitarra. El solo
pronunciar su nombre mi cuerpo convulsionaba de placer y en ese momento lo
tendría ante mis ojos. Éramos muchas chicas en el lugar, resultaría muy difícil
que se fijara en mí pero igual yo gritaba y brincaba para poder sobresalir de
esa marea de mujeres excitadas.
Encendió un cigarrillo y votando
una bocanada de humo nos dijo –pero si me vio, aunque ustedes no lo crean me
vio- en el momento en que se bajó de la camioneta, yo había dado el brinco más
grande de mi vida, apoyándome en los hombros de la chica de adelante, - Sé qué
eso no se debe hacer pero que caray era el hombre de mi vida el que había
aparecido- Así que en ese preciso instante nuestros miradas se encontraron. Para
mí fue suficiente. Sentía que había besado esos deliciosos labios, con tan solo
una mirada. Un grupo de chicas pasaron sobre mí. No podía moverme había caído
en un trance diabólico de amor y no sentí, cómo la marea de mujeres me empujaba
hasta caer al piso.
Todo fue muy rápido, cuando
reaccioné ya todas habían entrado y yo
estaba tirada en el suelo, con mis rodillas sangrando y el cuerpo adolorido. Las
lágrimas rodaron cual manantial en pleno verano. En eso sentí que alguien me
levantaba y cuando pude verle el rostro, me di cuenta que era él, mi Cantante
preferido, quién había dejado que la banda se llevara a las otras jóvenes para
quedarse ayudarme. No salía de mi asombro y con un dedo, suavemente cerró mi
boca.
¿Cómo te sientes? – preguntó tratando
de limpiarme las piernas, que estaban llenas de tierra. Bien –Atiné a
responder, entre mi fascinación y desconcierto.
Me condujo dentro del lugar y me
presentó con los músicos de la banda. Era una locura el lugar. Las luces se
encendían, bailaban, giraban, mientras que las personas cantaban una de las
melodías que los había hecho famosos. Yo no sentía el dolor ya. Estaba con Él y
era suficiente.
Karol se aclara la garganta y
doblando sus piernas prosigue el relato o la confesión. Un rayo de luz abrazaba
el torso de la amiga, deslumbrando mucho más, sus senos. La temperatura había
bajado para esa hora y la línea de éstos dejaba ver cómo se dibujaban sus puntas, que se
mantenían fuertes y desafiantes. Luis sacudió su cabeza y puso su atención en el relato.
La noche pasó muy rápido y tenía
que volver a mi casa. Mi ídolo sugirió llevarme hasta allá. No lo voy a negar tomé
algo más que tres tragos y que, posiblemente alguien me pasó un cigarro aliñado
pero me sentía en condiciones de volver por mi cuenta. Sin embargo no quería
hacerle un desaire al hombre que toda la noche me atendió y ayudó, luego de mi
caída.
Con todo el equipo en la
camioneta, nos montamos y salimos hacia mi casa. Eso fue lo que yo pensé pero
ya ellos habían cuadrado, en la noche, a dónde me llevarían.
Por supuesto que ya habían
aparecido uno que otro beso entre él y yo pero más nada. En la camioneta
comenzó a besarme y yo respondí también. Una cosa pasó a la otra, en un momento
sus manos estaban debajo de mi blusa y tomaba mis senos con furia. Yo traté de zafarme
y le dije que se detuviera pero no oía. Me rasgó la suave tela que me tapaba, e
inmediatamente su boca aprisionó mis senos, con ligeros mordiscos lacerantes. En
ese momento detuvieron el carro y los que estaban adelante me sujetaron los
brazos.
Entre todos me quitaron la poca
ropa que me quedaba y empezaron a manosear mis muslos. Eran varios, no podía
defenderme. Se turnaron una, dos hasta tres veces para saciar su hambre.
Hubo un momento en que ya no
sabía quién o qué era yo. Gisela se levanta y Karol le dice apartándola -Tranquila
Gisela– es algo que tengo que sacar, de una vez por todas.
Los seis hombres que estaban en
la camioneta, entre drogas y alcohol habían abusado de mí, las veces que les dio
la gana. Luego desperté en un hospital, con hematomas y fracturas de distintos
tipo.
Hice la denuncia pero el dinero
puede más que la dignidad de una persona y por el solo hecho de haber aceptado
que me llevaran a mi casa fue suficiente para soltarlos. Alegando que yo induje
a la violación.
Esta historia jamás la supieron
mis familiares. No permití que se enteraran. Por supuesto era claro que había
sido violada pero los pormenores jamás se lo dije a ninguno de ellos. Hoy,
gracias a la inventiva de Milagros pude sacar este veneno que he llevado por
muchos años.
Karol admitió una situación
extrema, que puede ocurrirle a cualquiera, sea hombre o mujer. Esperamos que
con ese exorcismo que le hizo a esos recuerdos pueda seguir, este año que
viene, en lo que a ella le gusta pero sin resentimientos hacia lo que significa
el Rock.
Con esta confesión
nos faltan dos por compartir. El tiempo se nos vino encima pero a nuestros
amigos, se les detuvo el tiempo. Sólo celebraran año nuevo, cuando el último
diga su confesión más tenebrosa.
¿Me acompañas para
ver qué nos dicen Paulina y Susana?
Qué les parece si me siguen
y así le damos un Feliz año a los amigos que se están confesando…
Carmen
Pacheco
@Erotismo10
06
de enero del 2016
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