sábado, 30 de enero de 2016

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…







Décima confesión 


¿Cuánto le costó a Susana una equivocación?


Desde la casa de Milagros se podían observar unos amaneceres hermosos. Era un lugar privilegiado en esa zona, sobre todo para el que sabe apreciar el primer bostezo del Rey Sol. Era una suerte que ninguna Inmobiliaria construyera edificios que impidieran ese instante tan hermoso, que nos concede en cada alborada ese astro trayendo con si, una promesa de oportunidades nuevas para ser mejores personas.

Ya no era necesario acudir a la búsqueda de nombres, porque solo quedaba Susana. Así que se levantó y alborotando más su cabello ondulado, se dispuso a contarnos su secreto. Esperen un momento -¿Les había dicho que era, entre todos los amigos, la que podía tener mejores secretos que contar en esta noche, verdad?-

Su cuerpo era de esos que incitan a acariciar. No era delgada pero tampoco gorda. Tenía ese color de piel que le permitía darse el lujo de llevar unos kilitos de más y aun así, a los hombres los excitaba. Su manera de contonear sus alegres caderas, cual gata de pasarela arrebataba las miradas de cualquiera que pasara junto a ella, hasta las mujeres volteaban, si bien solo fuera para criticarla. -Sabemos que eso lo hacían de solo envidia, por supuesto- esto pensaba, mientras la observaba maquinando su cuento. Había que prepararse para lo que soltaría esa noche de fin de año. Todos queríamos exorcizar los malos recuerdos que dormían sobre nuestros corazones y seguro Susana tendría uno que otro listo para arrojarlo al viento tibio del amanecer.

Haciendo un brindis por ser la última del grupo en deshacer algún entuerto de su vida, dejó que el ron recorriera su garganta rápidamente, mientras le rasguñaba y quemaba a la vez. Se estiró, como el que va a dar un salto mortal y comenzó hablar mirándonos a uno por uno, con ojos agudos y sin expresión.

- Todos han relatado cosas que jamás imaginamos les habían pasado. Los admiro por haber tenido la franqueza de compartirlo con todos nosotros. No seré yo la única en hacer la diferencia, así que comenzaré con una pregunta, que desde pequeña ha estado rondándome la cabeza y el alma. ¿Qué es el amor? ¿A quién le fue otorgado el beneficio o no de encontrarlo?

¿El amor es sexo? ¿Es acostarse con distintas personas a la vez? ¿Son esos encuentros fortuitos que todos hemos tenido en algún momento? Creo que no. Por lo menos para mí no es el significado de Amor. Todos, de una forma u otra hemos estado buscando ese sentimiento maravilloso, que nos hacen creer que existe al doblar la esquina.

¡Experiencias! claro que las he tenido. ¿Más intensas o no que ustedes? No estamos aquí para evaluar con números esa situación. Nos atrevemos a confesar nuestros secretos hoy, con la sola intención de no repetir, las razones que nos llevaron a ellos. Para limpiar nuestras almas y para sentirnos mejor con nosotros mismos. Como les dije, yo también purgaré mis culpas hoy, con las personas que más quiero, ustedes.

Y comenzó de esta manera...

-No supe cuándo, ni como sucedió pero fui viendo que mi vida tomaba un curso distinto al que había soñado cuando niña. Ya no asistía a las reuniones familiares. La comunicación con los míos se desaparecía, cual cometa que se encumbra sobre las nubes y se disuelve entre ese algodón blanco. Fue cuando decidí irme de la casa, sin dejar, tan siquiera un número telefónico para que me llamaran. Salí huyendo, esa es la verdadera palabra. No podía enfrentarme a las preguntas de mi madre. La realidad sería más cruel que mi huida. Estaba harta de tantos cuidados y protección. No me daban mi espacio y sentía que ya me lo merecía.

El carnaval de hace dos años, lo pasé en Brasil. Fue un sueño que albergué por mucho tiempo y al fin se me hacía realidad. Logré comprar el boleto de avión y una amiga, que había encontrado por Internet me ofreció su casa para quedarme. Por supuesto que esto no se los dije a mi familia. Hubiesen pegado el grito al cielo. Por lo que les hice un cuento, algo como que me había ganado un viaje y me pagaban la estadía por cinco meses para estudiar el idioma. Se lo creyeron y me fui a disfrutar de la ¡Samba y las playas de Río de Janeiro!

Con todo listo y poniendo al tanto a la amiga de mi llegada subí a ese avión, con todos los sueños por conocer Brasil.

Al llegar al Aeropuerto empecé a buscar a la amiga o algún cartel que dijera mi nombre. De paso les comento que mi portugués era muy pobre, motivo que resultó ser una limitación para comunicarme con las personas del Aeropuerto.

De repente vi mi nombre bien grande, que lo llevaba una muchacha y a empujones pude acercarme donde estaba. No era mi amiga pero me dijo que la había mandado a buscarme porque estaba arreglando lo de mi estadía en el país. Me pareció normal y la seguí a una camioneta que se encontraba estacionada afuera.

La joven que me buscó, hablaba muy poco español, así que con señas y nuestro pobre vocabulario lográbamos entendernos.

Yo iba maravillada. ¡La ciudad de Brasil, al fin ante mis ojos! Era un espectáculo esa ciudad tan llena de luces. ¡Cuánto había soñado con ese momento!

No obstante, mi fantasía duró muy poco al ver que se alejaban de la ciudad y al preguntar hacía dónde íbamos, ninguno contestaba. Empecé a ponerme nerviosa y ya gritaba que me explicaran que pasaba. En ese momento el copiloto de la camioneta se volteó y le dio una pastilla y una botella con agua a la mujer y entre ambos sujetaron mis brazos obligándome abrir la boca me lanzaron la droga junto con el agua al mismo tiempo. De repente me sentí mareada y ya no supe más de mí.

Al despertarme la cabeza me dolía enormemente. Estaba en una habitación y uno de mis brazos se mantenía sujeto a la cama. Traté de zafarme, cuando un hombre, que había permanecido en la penumbra del cuarto, se levantó y me dio una cachetada diciendo – Cállate zorra de mierda, aquí, a nadie le interesan tus gritos – Si no había entendido lo que pasaba, les aseguro que en ese momento mi mente asimiló la situación y me quedé callada. Estaba aterrada, -¿Por qué a mí?- fue la pregunta que me hice. En ese instante sentí un piquetazo y volví a dormirme.

¡Si amigos había caído en manos de personas que estaban en el negocio de Trata de blancas! De sus ojos salieron dos lágrimas, cual piedras preciosas, que con la luz del alba brillaron en todo su recorrido por sus mejillas. Se las secó, con algo de enojo y prosiguió el relato.

Por ser la nueva y de piel blanca me llevaron a un burdel, donde las mujeres como yo son requeridas por cierto tipo de personas pero antes de salir de allí, el primero que abusaba de la recién llegada era el que las traía de otro país. Así que fui violada por tres hombres.

De esa manera me lanzaron al ruedo de la prostitución. No había límites en la cantidad de hombres que la nueva recibiera. Podían ser 10 hasta 18 por día. Constantemente me mantenían drogada por lo que no podía comunicarme con nadie y mucho menos pensar en cómo salir de eso.

En los breves descansos que me daban, la pasaba era durmiendo. Al segundo mes, ya tenía una clientela exclusiva y me drogaban menos. Los clientes se habían quejado. Decían que parecía un muñeco de trapo. Que ellos necesitaban que yo respondiera, dado el dinero que pagaban por utilizarme. Así que fueron reduciendo los narcóticos pero me mantenían amenazada de muerte y a mi familia también.

Tenían todo arreglado. Se habían encargado de pasarles mensajes a mis padres y unas fotos arregladas para que no hicieran preguntas y como mi forma de ser, siempre ha sido despegada de ellos, no les pareció nada extraño los pocos mensajes que les llegaban de mí.

Al tercer mes de estar en Brasil, me di cuenta que había un cliente que siempre iba los martes y a las mismas horas. No era muy exigente, lo que más le gustaba era verme desnudarme lentamente para luego vestirme, muy despacio. Supe, por otra de las chicas, que pagaba muy bien por una sola hora conmigo.

Yo esperaba el día en que aparecía el cliente especial y fui haciendo amistad con él. Para ese momento tenía más vocabulario y podía mantener una conversación más fluida. Un día me atreví, luego de que él se satisfizo, a comentarle mi situación. Salió despavorido del lugar y estuvo dos semanas sin volver.

Pasaban los días y no había señal alguna, del que pensé podría ser mi salvador. Un día me llamaron, con mucha apremio. Yo descansaba tumbada en la camita que teníamos para nosotras, la noche anterior había sido muy fuerte y necesitaba restablecer mis fuerzas. Un cliente solicitó mis servicios. Pagó dos horas por adelantado para estar conmigo. El dueño del negocio brincaba de alegría era su mejor cliente y el que mejor pagaba sin poner reparo en el precio.

Lo esperé en la habitación y al ver que se trataba del cliente especial sentí que algo extraño pasaba. No era la misma aptitud de antes. Se acercó y me abrazó, cosa que jamás hacía y colocando su boca sobre mi oído, me dijo –Vine ayudarte- -Actúa normalmente- y siguió hablando bajito, mientras yo seguí con la rutina que a él le gustaba. Yo temblaba y me costaba mantenerme serena en ese momento. Hubo un momento en que vio su reloj e hizo que me arrodillara frente a él y dijo –Tus padres están al tanto de lo que pasa aquí y la policía en unos segundos allanaran el lugar. No les demos la oportunidad que se den cuenta, así que párate y comienza a vestirte, despacio como a mí me gusta.

Todos los amigos se habían quedado sin habla. Era como estar viendo una película de mafia y narcotráfico. No podían entender cómo pudo pasarle a su amiga semejante monstruosidad.

Inmediatamente se oyeron las sirenas de los carros de la policía y sentí que mi infierno se estaba acabando. Cuando volteé para darle las gracias, a mi mejor cliente, por qué no decirlo, a mi amigo, éste se había ido. Era un hombre muy importante en la política y tenía una familia que debía mantener alejada de ese tipo de noticias escandalosas.

Luego de mis declaraciones en la policía, me llevaron donde mis padres me esperaban. Habían volado a Brasil, desde el mismo momento en que fueron notificados de lo que pasaba conmigo en ese país.

¿Qué cambió en mí esa experiencia? ¡Todo! Mi vida dio un vuelco completo, tanto en valores humanos y familiares. Ya no soy tan hueca, como lo era antes. Y tienen razón, soy, de ustedes, la que ha tenido más experiencia a nivel sexual. De una  mala manera. De una manera equivocada. Entendí que es mejor hacer las cosas correctamente, de lo contrario nos toca pagar y esta vez tuve suerte. Pudo haber sido diferente. Antes de retirarse del lugar de las confesiones pidió que le sirvieron un trago doble y brindó por ese fantasma que al fin había podido sacar de su vida.

Con esta confesión, damos por terminadas las diez confesiones de fin de año, de unos amigos, que aunque entrañables, desconocían muchas cosas uno de los otros.

Me despido esperando que hayan disfrutado de cada uno de los secretos que aquí expusimos. Continúen cerquita de mí en los nuevos relatos, que serán muy atractivos para todos ustedes. Gracias por haber compartido conmigo, estos momentos de sinceridad. ¡No vemos! 

¡Brindemos para que el amor nunca muera!



Carmen Pacheco
@Erotismo10
30 de enero de 2016

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