El
otro día me hizo una pregunta bastante personal, una compañera de estudios. Me
dijo -“¿Cómo haces para vivir sola y que no haya alguien en tu vida?”- y eso
me puso a pensativa, así, mientras movía la salsa que estaba haciendo me volteé
y le dije:
Y
quién te dijo que yo estaba sola amiga. Al contrario hoy estoy más acompañada
que nunca.
Me
vio como si no entendiera lo que acababa de decirle y le aclaré. Es que he
estado compartiendo con una persona muy interesante.
-La
chica arrimó su silla esperando el cuento completo.
Tomando
una pose del que se las sabe todas más una hice como el que tiene todo en
alguna parte del espacio y mirando hacia lo alto, le dije:
Yo
también tenía esa sensación de soledad por la que hoy pasas y era por el simple
hecho de no tener una persona a mi lado. Le daba más fuerza a esa presencia,
que a cualquier cosa. Para mí era el significado de compañía y felicidad
completa. Y para que veas, resultó que todas las personas u hombres, porque
vamos hablar claro, tú me estás hablando de ese tipo de compañía, ¿verdad? ella
bajando la mirada, se ruborizó afirmando muy quedamente.
Vamos
mujer que ya no tienes quince años para que estés con esa mojigatería. Estamos
hablando de la compañía de un hombre, sí o no, me enfrentó y dijo “Sí”
Entonces
retomé la conversación diciendo: Claro que siempre hubo quien se quisiera
acercar. Algunos lo lograron pero resultaron ser uno más del cascarón. Siempre
nos dejan algo, claro dolores de cabeza y el reproche por haber caído en esa
red tan falta de originalidad. Pero qué le vamos hacer la carne es débil y la
necesidad es imperiosa, en fin. ¿De qué estábamos hablando? Ah si ya recuerdo,
el por qué no me siento sola.
Comencé
contándole alguno de los pasajes de mi vida, donde intervenía la presencia de
un hombre. Y siempre sentí la soledad, le decía, aunque él estuviera en mi
cama.
Así
transcurrió buena parte de mi vida, la misma historia, siempre poniendo a otra
persona en el mejor lugar de mi vida y de paso pensando que el que se hubiese
ido o las cosas no resultaran había sido por culpa mía. Perennemente terminaba
echándome la culpa de la ruptura y luego a rumiar mi soledad.
Cómo
te dije estaba en la cocina preparando una salsa para una pasta, de esas que
sabes me quedan ricas y mientras vigilaba el espesor, le dije que se arrimara,
que las paredes eran muy delgadas y los vecinos disfrutarían también del
relato.
La
chica insistía. –Dime cómo haces para soportar la soledad.
No
tuve más remedio que empezar diciéndole...
Amiga
mía no es cosa del otro mundo. Resulta que ahora conocí a la mejor persona que
jamás me hubiese imaginado que estaría ten cerca de mí y esa persona soy yo.
Ahora
sí que la chica se confundió. – ya va, ya va. Cómo está eso de que te
encontraste y ahora eres feliz, suena como esos relatos religiosos. No
entiendo.
Ten
paciencia que ya te cuento. A mi edad ya yo he recorrido mucho sendero y he
vivido muchas cosas. La soledad, siempre es mala consejera y para cualquier
edad no es buena. Aprendí a estar conmigo por medio de la meditación, la
valoración que antes no me daba y comprendí que soy la persona indicada para
compartir mi vida pero tengo que aprender a convivir y reconocer a esa que anda
junto a mí, desde que nací. Es la eterna búsqueda del “Pájaro azul” siempre
perseguimos la felicidad fuera de nosotros y en otros u otras personas y eso no
es lo más indicado. Cuando llegues a pasar un fin de semana contigo y lo
disfrutes, en ese momento ya estás preparada para estar con otra persona. ¿Cómo
llegué a esa conclusión? Siempre a nuestras vidas llega alguien que te deja una
enseñanza, estés o no preparada. Dichosa o dichoso el que se da cuenta y la
aprovecha. Ese es mi caso.
Eso
no quiere decir que no pueda encontrar una persona que compagine de maravillas
conmigo y disfrutar de momentos íntimos, con un grado de exquisitez tremendo y
lo vivamos, ambos, hasta su última lágrima, para luego regresar al refugio
interno y poner en práctica lo aprendido. Eso para mí es vivir en soledad pero
vivir. Sin olvidar que somos nosotros los que estamos encargados de nuestra
felicidad, no los demás. Ah que consigues la persona que quiera pasar una noche
contigo sin pensar en irse, porque siente que ese es su lugar y también tú
concibas verlo despertar a tu lado cada mañana y eso te hace muy feliz. Ah
caramba eso es harina de otro costal. Sólo tú podrás saber si el sol en tus
mañanas es más ardiente cuando el amanece entre tus sábanas. En ese momento
sentirás que tienes un compañero para el tiempo que sea. Que igual debes
dejarle la puerta abierta para que sepa que no hay amarre de ninguna especie
entre ambos. Aprendí que cuando uno quiere a alguien debe dejarlo libre, es el
deber ser.
Wao!!!
Exclama, eso fue una clase magistral de amor hacia uno mismo. Creo que lo
entendí y me gusta la manera en que lo expusiste. Con razón siempre te veo
alegre y fue por eso que tenía que preguntarte, cómo haces para estar sola.
En
eso una bandeja del restaurante cayó al suelo y voltee para ver la persona que
había estado comentando su experiencia y pude ver cómo los ojos del hombre que
la acompañaba seguían cada movimiento que ella hacía con sus manos, mientras
sonreía, quizás de saber que ella estaba allí, con él porque, definitivamente,
ella daba la impresión de sentirse muy a gusto con su presencia y hasta me
pareció que valoraba ese detalle de compartir una anécdota de su vida.
Esta
conversación se daba mientras esperaba a un amigo. Agradecí, muy dentro de mí,
que se retrasara, porque así pude oír cuáles eran las razones para que esa
mujer pudiera ser feliz, a pesar de estar sola.
Llamé
al mesonero y le pedí una bebida refrescante, en ese momento llegó Ricardo, con
ese aire de desenfado que me gustaba tanto y con sus eternas muecas que
reflejaban todo lo que necesitaba expresar y en el afán de disculparse más
gesticulaba. Tanto fue su esfuerzo, que lo que me dio fue risa. Me besó,
mientras yo le pedía que no explicara el porqué de su tardanza, total, la noche
había empezado con una muy buena charla, que dejó su granito de enseñanza y
estaba segura que terminaría aún mejor de lo que esperábamos, ahora que había
llegado.
Triste
aquel que pasa por la vida sin identificar las muestras de amor que se nos
asoman en el correr de nuestro tiempo. Las señales son a veces insólitas y no
alcanzamos a descifrarlas pero siempre aparecen, sólo hay que estar presto a
verlas y aprovecharlas.
Carmen Pacheco
@Erotismo10
21 de abril de 2017
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