Enrollada en tu cuerpo.
Sintiendo el galopar de tu
corazón.
Mientras me regodeo con tu
saliva.
Es la gloria amor.
Encontrar en tu mirada.
Ese no sé qué de complicidad.
Sentir tus manos en mis senos.
Derrite mi coraza protectora.
De nuevo vuelvo sentir
Tu boca pequeña y seductora.
Tu lengua suave y ligera.
Esa combinación de lujuria
modosita.
Hacen que se me erice la piel.
Y mis pezones se yergan, cual
espigas de trigo.
Es tu cuerpo largo y delgado.
Son tus manos suaves e
inquietas…
Pero tu boca, mi mente vuelve
hacia tu divina boca.
Ella me estremece de placer y
como el buen vino.
Deja en mis papilas ese
dulce, que no empalaga pero envuelve.
Que alimenta pero no hastía.
Que subyuga y doblega tan
delicadamente, que deja mí fuerza aniquilada, Sobre todo, en esos momentos en
que me ciñes a tu cuerpo.
Cómo cuesta salirse de ese
acompasar de besos.
Viviría entre tus labios, con
el único interés de morir dentro de ellos.
Son ellos, a los que esperaba.
Son tus brazos los que
anhelaba.
Son tus ojos pícaros, como de
niño.
Es tu energía que me hace
tuya.
Esa calma, con que te vivo.
La tranquilidad con que
llegaste.
Con esas dos palabras, me
siento grande.
Con ambas me siento en el
aire.
No hay prisa.
Mi cuerpo te recuerda a cada
instante.
Dejaste muchos sentimientos
en él, que servirán para unos días.
Sin embargo, no tardes, que
necesito respirarte.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
28 de noviembre de 2016