Sentada en el reposo de mi
ventana consigo mantener mis pensamientos activos y somnolientos, como el que
sueña despierto. Siento como si apareciera en mi alma, una especie de nube
taciturna, que envuelve el pasado, el presente y juguetea con mi futuro.
No puedo y si les soy
sincera, no quiero dejar al viento, esos maravillosos recuerdos, que hacen que
todo mi ser entre en estampida agresiva por toda esa ancha sabana que es mi
piel.
Recuerdo sus labios,
alimentándose de mi aliento que, agitadamente se atropella por salir. Esos
dientes que con un solo mordisco hacen sangrar mis venas abiertas por él. Los
que muchas veces laceraron mis puntas erguidas, en esos instantes de loca
excitación
Esos ojos morbosos, que me
desnudan, lentamente, y hacen que mis poros se ericen, mientras toda yo tiembla
de placer.
Esa lengua que se asoma entre
sus delgados labios, cual serpiente, que se mueve de un lado a otro. Al verla
entrando y saliendo llega a mi memoria su exquisita travesía por toda la
membrana que cubre mi cuerpo. Deteniéndose solamente, en aquellos lugares donde
enloquece, con tal codicia, que me deja sin aliento.
Sus manos, fuertes y
adiestradas para generar placer. Saben tocar el punto exacto, que me hace
gemir. Sus dedos, ágiles, cual mariposas, de la misma forma en que se enredan
en mis cabellos, en una suave y delicada caricia, tienen la destreza de hurgar
mis lugares más recónditos y sensibles.
Sus caderas, recuerdo cómo se
mueven, cómo se agitan, cual baile hawaiano. Me hacen evocar al mar cuando está
en calma aparente, porque constantemente mantiene un movimiento ondulante, que
hace despertar los enviones de uno contra el otro, en los encontronazos de amor
que existieron.
Sus piernas, delineadas y
fuertes. Con ellas me atrapaba, en un abrazo eterno, evitando así salirse de mi
cuerpo y por largos momentos permanecíamos sujetos uno al otro en una
placentera suerte de amor.
Tú, hombre de mis afectos.
Tú, hombre de mis desvelos. Hoy te siento más presente que nunca. La espera es
larga y las ganas son muchas. Volver a sentir tu cuerpo, tu calor, tú fuerza de
hombre sobre mí, me permite esbozar una sonrisa al mundo.
Hoy, sentada frente al cielo,
lanzo mis suspiros al viento y espero que esa nube que pasa lleve en su
espalda, mis anhelos y deseos por ti. Sólo quiero pedirte que no tardes mucho.
Mi espíritu es el de una niña revoltosa que se vestirá de gata salvaje al
verte. Me despojaré, lentamente de mi piel, con la sensualidad y erotismo que
sólo ese amor me permite consumar.
No tardes, la noche es larga
pero los días lo son más y muero por vaciar mi vida sobre tu dorso erizado y
potente.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
28 de julio de 2016
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