domingo, 17 de julio de 2016

¿POR QUÉ HAY QUE OLVIDAR?


Salta a mi mente esa pregunta ¿Por qué hay que olvidar? Ese errante caballero, que logró entrar a tus costas, bien resguardadas, que valga la acotación, trayendo un cargamento de emociones y esperanzas y que no había sido invitado, mucho menos seducido, pero llegó. También debes decir que te hizo sentir como nadie lo había hecho.

Cómo hacer para olvidar esa seducción literaria, unida a una melodía de ensueños, que llegaba, antes que el gallo cantara, a tus oídos, aún dormidos y que con una sola nota de su melodía hacía que vibraran mandando a tu cerebro estímulos agradables para que éste a su vez lanzara una respuesta de emoción por todo tu cuerpo. Despertándote con una sonrisa de complicidad divina.

¿Por qué olvidarlo? Si en el breve espacio de ese encuentro penetrante resultó ser cual daga, punzante y ardiente, que se atrevió a tocar fibras nunca rosadas por persona alguna y él con un solo movimiento de palabras logró que tu humanidad se erizara en un segundo.

Es difícil no recordar, ese despertar atropellado de tu sensualidad erótica. La vida cobró un sentido y tus amaneceres llegaban con un abrazo etéreo. Pareciera venir de tierras muy lejanas, en el lomo de un poderoso halcón, cuyas alas enormes rosaban tus mejillas como si fuera un beso acaramelado. Penetrando nubes de algodón y deslizándose por un tobogán de arco iris para así llegar repleto de luces y estrellas. Viajaba atiborrado de sensaciones punzantes, que te hacían recordar esa hermosa condición de Hembra.

De ese juego emergió la mujer erótica que eres. La que no necesitaba estar a su lado para imaginar fantasías exquisitas, donde los personajes hacían lo que les era vedado por tantas cosas, entre ellas la breve distancia en que se encontraban.

Después de tanto tiempo, regresan a ti todas esas locuras que envolvió tu pluma haciendo que trazaras escenas deliciosas y fuertes, tanto que a tus lectores los pusiste a gemir de gusto, por lo que eres tan culpable como él de ese derroche de pasión alborotado que subió hasta el mayor clímax que jamás habías vivido.

Llegó en barco de vela, de tierras muy recónditas y como un conquistador, colocó su bandera, la que, en silencio hondeaba gracias a la suave brisa de los recuerdos. Oh! Recuerdos, cómo sacarlos, luego de ser parte de tu índole.

Traía tesoros inimaginables pero sólo una cajita envuelta en tela de tul rosa, se había quedado refundida bajo las joyas, el oro y un incienso, que penetró por todos tus poros, envolviéndote la mente para que no pensaras y te dejaras llevar por lo llamativo pero menos valioso. Esa cajita fue la que, estoy segura, te llegó muy adentro. Es por eso que la guardas en un lugar muy especial y muy de vez en cuando la abres para recordar cómo lo percibías, palmo a palmo con tu mente.

Esos besos sumergidos en pasión y esa sed de hombre, calmaron tus ansias de una caricia, de un abrazo. También permitió aprovecharte de tantas sensaciones allí guardadas para trasmitirle a tu pluma todas las ganas de obsequiarle a tu amado el regalo de un buen encuentro sexual.

Entonces ¿Cómo puedes olvidarlo? Si se quedó asido a tu alma. Difícil alejarse de los sentimientos esculpidos con esa sinceridad que da el encuentro de dos almas parecidas y que queda en cada rincón de tu substancia como mujer amante.

Sin importar el transitar del tiempo y aun cuando exhales hacia otra forma de vida, siempre estará en tu mente efímera, tu amor callado y excitante. Vivo y seductor. Alegre y comprensivo. Esos son los amores eternos, como los de don Quijote y su Dulcinea. Mientras él conquistaba molinos de viento, en su mente, siempre estaba ella, la mujer que se inventó para tener una razón de vida y así seguir apostándole al amor y a seguir cuerdo en su locura.

Jamás olvidaré…

Carmen Pacheco
Lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
17 de julio de 2016




No hay comentarios:

Publicar un comentario