En este momento quisiera tener dos vasos
comunicantes. Yo los llamo así desde siempre. De esos que utilizábamos
cuando niños para poder hablar de nuestras cosas, sin que los mayores llegaran
a enterarse.
Quisiera que el cordón, que une a ambos
vasos estuviera tenso y vibrante de la palabra y de los sueños, que caminando
por el borde, cual hormigas en la cuerda floja, vibran y logran mecerse de
placer, en cada expresión, en cada suspiro, mientras nos decimos esas frases
que se ahogan en ese mar de angustia, que habita en nuestras almas.
Hoy me gustaría que uno de los vasos
estuviera junto a ti y al ver que se tensa el cordel, te dieras cuenta que del
otro lado hay alguien que espera por una plática profunda.
Hoy no quisiera hablar de nuestras
intimidades febriles, muy al contrario, me gustaría revivir sueños lejanos.
Permitiendo que en el desliz de una palabra fuerte y penetrante, llegue hasta
ti un corrientazo de añoranzas y de necesidades.
Hoy me encantaría tener una charla amena
y divertida, como esas que se dan con un vaso atado, imaginando que estamos
tras un mueble, lejos de la vista de nuestras madres mientras, éstas preparan
la cena y así, poder entrelazar pensamientos y sueños, a través de ese hilo
rígido que llega hasta el otro vaso y disfrutar de las tonterías que pasan en
un día Trivial del mes de mayo
Me imagino entornando los ojos y
diciéndote mis secretos más recónditos, ya que están albergados por un corazón
palpitantemente soñador. Tomaría el vaso entre mis manos y llevándolos hasta los
labios, te susurraría al oído palabras sucias y exquisitas, que sólo tú podrías
oír.
Comentarte los chismes del momento, la
plaza recién construida. La barriga de la vecina, que no se hace pequeña porque
en ella vienen unos morochos. El barcito de la cuadra, donde tantas veces nos
escapábamos para poder tomarnos de las manos y besarnos con frenesí, lo
remodelaron y ya no es lo mismo de antes. Esa parte romántica la cambiaron por
lo novedoso de la época. Estoy segura que no lo disfrutarías.
Platicarte de las necedades del vecino,
que no deja de mandarme flores a la oficina y decirme frases desleídas, cada
vez que por su puerta paso. Definitivamente sigue siendo un baboso engreído
pero, eso ya tú lo sabes.
Son esos vasos comunicantes los más
acertados para esas almas silenciosas. Las que, como la mía, buscan decir mucho
pero en la intimidad de lo sincero.
Con tanta tecnología, no estoy segura si
mis palabras llegarán al Parlamento o a una oficina llena de agentes, que
buscan averiguar, de qué está hecho el amor. Que acertados estábamos, en aquel
entonces, cuando decidimos fabricar nuestra propia forma de comunicación.
Hoy trataré de construir ese método de
interacción, que nos hacía tan felices, en aquellos momentos de virginidad e
ingenuidad.
Lo único que cambiaré será el cordón.
Supongo, que si lo hago de un material que pueda estirarse y encogerse lograré
que nuestras palabras vayan y vengan en un vaivén parecido al de un acordeón,
que llora en las manos de un músico, en el momento en que lo abre y cierra
exprimiéndole el sentimiento y los recuerdos.
Hoy... necesito dos vasos comunicantes.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
27 de mayo de 2016
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