Siempre sucede que, en los
momentos más inesperados aparecen pensamientos que nos llevan a recordar
tiempos vividos. Era una de esas noches, en que mi mente divagaba entre lo que
había hecho y lo que esperaba hacer, cuando de repente me conseguí una amiga, a quién no había visto desde hacía algunos años.
Iba tan ensimismada en mis tribulaciones, que no me di cuenta que un carro casi me atropella. Sus llantas
rechinaron cerquita de mis rodillas, tanto, que puse mis manos sobre el capó
para evitar caer al piso.
Inmediatamente salió del auto una mujer dando gritos
desesperados, mientras llevaba sus manos a la cabeza y me repetía, -¿Mujer
estás loca?- de repente subió su mirada y al encontrarse con mis ojos, se paralizó
de inmediato y gritó –Cándida eres tú. ¿Qué te pasa mujer, que tienes en esa
mente, que casi te atropello? Y nos abrazamos mientras reíamos. Hubo un momento
de algarabía en la vía porque estábamos paralizando el tránsito y la gente
gritaba –dejen el chisme y quítense del medio- otros vociferaban –Por qué no se
buscan un par de escobas y vuelan a sus casas- tocaban las cornetas o claxon,
con tanto furor que al fin nos dimos cuenta que éramos la causa de tanto
fandango.
-Amiga que alegría encontrarte-, me
dice mientras entramos corriendo a su auto. Teníamos tiempo que no coincidíamos
y he extrañado nuestras agradables charlas. Casi te mato, ésta no era la mejor
forma de reencontrarnos. Parecías un ser salido de la nada y se acostó sobre el
volante, mientras reía. Los recuerdos llegaban, cual cometa en pleno paso
rasante sobre la tierra. Había olvidado esos momentos tan agradables, donde le
dábamos rienda suelta a nuestros complejos, miedos, ignorancia, experiencias y
una que otra reflexión acerca de lo que se puede o no hacer, en lo que llamamos
“Amor”
Arrancó y dejábamos atrás a los
enloquecidos choferes recordándonos nuestras muy queridas madres.
Es temprano, me dijo y luego
preguntó ¿Pienso que no debes estar ocupada en este momento? Y sin esperar
respuesta me instó diciendo, -Vamos a ponernos al día en ese café que tanto nos
gustaba, ¿recuerdas? Ese donde nos servían ese delicioso café con canela y
chocolate. Allí dejamos a muchos amigos y me picó un ojo. Disfrutaban de
nuestras charlas. Llegó a ser una especie de taller de superación sexual y ambas
reímos con ganas tomando rumbo hacia el lugar.
Las calles estaban casi desiertas
y pudimos atravesar la ciudad con mucha facilidad, el congestionamiento lo
habíamos dejado atrás.
Al estacionarnos frente al sitio, quedamos en silencio y
volteamos con un suspiro y dijimos ¡Qué de recuerdos!
El dueño, al vernos, dejó todo lo
que estaba haciendo y nos abrió la puerta con esa elegancia tan natural de él.
Fue tal su alharaca que los otros clientes voltearon para ver de qué se
trataba. ¿Las recuerdan? -decían mientras nos conducía a nuestra mesa- Estoy seguro que hoy nos dejarán algo de sus relatos
sensuales, que sólo ellas saben innovar
Nos instalamos cerca
del bar y pedimos nuestros primeros café. De esa forma empezó nuestra charla,
entre risas y mucha alegría.
Al cabo de un rato, ya nos habíamos
puesto al tanto de la vida de cada una y llego el momento de las confesiones y
de las verdades. Lo anterior, solo había sido una forma de afilar los recuerdos
y sacar de esa maraña de tiempo, lo que en verdad queríamos conversar. Así que
le hicimos la señal de costumbre al camarero, por supuesto, ya él nos conocía y
sabía el significado de colocar el dedo pulgar hacia abajo y seguidamente hacer
la “V” de la victoria. Presuroso le cambió el la seña al Barman y nos llevó dos
vasos cortos, con mucho hielo, con el whisky hasta el borde, como si estuviera a
punto de esparcirse fuera del vaso. En palabras de los tomadores del lugar era un trago “Bien
servido” por esa calidad de servicio, él recibía su buena propina al final de
la velada.
Al tener nuestros respectivos
tragos hicimos un brindis por los viejos tiempos y por los que se avecinaban.
-La vida sigue siendo extraña,
aunque una se esmere en buscarle el lado bueno a las cosas, parece que no nos
damos cuenta que seguimos tejiendo y destejiendo el mismo camisón-. Tienes
razón, dice Ramona. Desde que no nos vemos han ocurrido cosas en mi vida. Unas
buenas y otras extrañas, por no decirle malas, solo extrañas. Por supuesto, que
ha habido momentos muy buenos. Me comentó.
Mujer termina con esta angustia
en que me tienes y suéltalo de una vez. –le digo-
Sucedió amiga que estuve
enamorada de un ser que salió de la nada. Fue como una aparición en una noche
de fiesta. Celebraban el reconocimiento a uno de los compañeros de trabajo de
un amigo que me llevó para que me distrajera, en la casa de uno de ellos. Yo estaba
cansada y salí buscando aire al patio, todos en la fiesta hablaban de lo mismo,
trabajo y más trabajo y los dichosos chismes, de la secretaria que se acuesta
con el jefe tal y todas esas tonterías que me tenían harta.
Habían unos bancos afuera y me senté para disfrutar
de una brisa fresca, que anunciaba lluvia y fue cando me di cuenta de su
presencia. Era como si el viento, en un susurro lo hubiese colocado en ese lugar.
La luna iluminaba un lado de su cara y me pareció el hombre más hermoso que
jamás hubiese visto. Me veía quieto, hermoso, erguido y muy varonil. Fue como
un flechazo directo al corazón.
No fueron necesarias las palabras. Eran como
paredes que teníamos que saltar por el solo hecho de que la sociedad lo
imponía. En ese momento, mágico, definitivamente, fuimos dos cuerpos que se
atraían, cual hierro a un imán y al estar pegados sentí que el roce de su piel
me quemaba el alma. Ya su lengua hurgaba mi boca con el fin de sacar las
palabras que no necesitaríamos esa noche. La sentí como si tuviera impregnada de una buena porción de miel, hasta puedo decirte que en ella se había colado una
abeja porque sentí su aguijonear implacable en mi boca mientras me besaba, si
es que a eso podemos llamarlo “beso”.
Su esencia se deslizó por mi garganta y
entre aguijones, mi cuerpo danzaba como
si estuviera posesa de alguna criatura enajenada de amor. Mi mente me gritaba
que me alejara de él pero la atracción era más fuerte y fue en ese momento que
cayó un rayo en el árbol más alto del lugar, partiéndolo en dos. Digno de una
película de Dioses que manejan a su antojo el destino del hombre terrenal.
Inmediatamente se
desparramó un soberbio aguacero.
Nuestras ropas estorbaban y fuimos despojándonos de ellas en cada refriega de
impetuosa, quedando envueltos en esa lluvia bendita, que limpiaba nuestros
cuerpos desnudos, bendiciendo y perdonando lo que estábamos por hacer.
Entendiendo
esto, ardimos de pasión, entregándonos a lo más hermoso que nos fue otorgado al ser humano, el
sexo. Se despertaron sensaciones dormidas y otras que no las habían sido tocadas, ni por casualidad.
La lluvia hacía que mis senos erizados por el frío brillaran bajo el
toque de luz, que les daba el farol del patio. Ellos eran dos seres inquietos que se erguían ante la caricia de la
punta de sus dedos. Su sexo era una bendición para mis ojos. Mis manos se
aferraron a él y fue así que en pleno jardín dimos rienda suelta al deseo y a la
lujuria retorciéndonos de amor y pasión.
En ocasiones sucede, que alguien
observa muy silenciosamente y esa noche no fue distinta. Solo al caer
desfallecidos de tanta entrega alcancé a ver que, tras unos vidrios, unos
ojos tristes habían sido los espectadores silentes del encuentro.
Ella había
subido a cerrar las ventanas para que no entrara la lluvia y al ver hacia
abajo, con sorpresa y dolor reconoció ese cuerpo desnudo, que tantas veces
había tenido en sus brazos. Era su esposo, el que se entregaba a otra mujer,
con la fiereza que ella hubiese deseado sentir en sus encuentros sexuales. Nunca
fue tan ardiente como lo era, en ese momento, con esa mujer.
Nuestras miradas
se encontraron y entendimos que ninguna de las dos teníamos la culpa. Ella
porque, el hombre con quien se casó resultó ser un extraño, jamás había sido suyo y yo porque el fuego
que hizo arder en mis entrañas, jamás lo habían sentido, en lo que
llevo de vida. Él fue otro inocente que se casó con alguien que no satisfizo su
alma salvaje y todas sus ganas las llevaba a flor de piel. Nunca quiso
engañarla pero la fiera que estaba despierta desde hacía mucho tiempo ya no
tenía jaula segura para mantenerla encerrada. Ella no pudo quitarse de la
ventana, mientras, la lluvia y sus lágrimas nublaban su visión pero aclaraban
muchas cosas en su vida
No salía de mi asombro, luego de oír su relato. Amiga –le dije- que fuerza más
grande tienen esos deseos y anhelos cuando se mantienen escondidos o
represados. Son como un río en plena inundación que se lleva todo lo que
encuentra a su paso. Una manera muy triste de entender que esa relación no iba
para ningún lado. Si hubiesen hablado antes, cuando sentían que ya no se
miraban igual o cuando su voz ya no sonaba melodiosa cuando se hablaban. Sin
embargo lo que tú sentiste fue completamente especial. Muchas quisiéramos tener
ese tipo de encuentro tan carnal.
Luego de su relato comencé a decirle el por qué estaba tan
absorta esta noche, al límite, de ni siquiera ver el carro que casi me
atropella. Levanté la mano para que nos sirvieran otra ronda, la gente gritó, ¡Esa
va por nosotros! y todos reímos. Los clientes de esa noche había hecho un círculo alrededor
nuestro y estaban en silencio esperando el cierre de tan maravillosa relato.
Sencillamente amiga, me enamoré
de ese ser extraño y fue imposible retenerlo.
–Por qué- preguntó.
No era para mí -levantando mis hombros-
Solo éramos dos aves de paso en el momento no indicado y había muchos sentimientos encontrados. Pensé que sería el
que llenaría mis días y mis noches. Mientras estuve con él jamás volví a pensar
en otra persona es más aún sigo sin pensar en nadie. Soltamos amarras dejando
que las aguas nos lleven algún puerto seguro. Cómo cuesta hacerlo pero la
realidad siempre duele y mi mente anda desfasada y por eso me encontraste en
las nubes.
Decidí zambullirme en mis cosas y
dejar que la vida siga su rumbo y caminar al lado de ella para no perderme un
solo amanecer y atardecer, en lo que a mí respecta.
Lanzó una de sus carcajadas y me dijo
“brindemos por lo que fue y por lo que se fue” tuviste la suerte de sentirlo.
Muchos pasan por la vida sin haber probado el elixir de unos besos deliciosos,
de unos brazos cálidos y de un estremecimiento de alma.
Al ver que con eso concluíamos
nuestro relato, todos levantaron sus vasos y gritaron ¡SALUD!
Carmen
Pacheco
@Erotismo10
17
de febrero del 2016