sábado, 30 de enero de 2016

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…







Décima confesión 


¿Cuánto le costó a Susana una equivocación?


Desde la casa de Milagros se podían observar unos amaneceres hermosos. Era un lugar privilegiado en esa zona, sobre todo para el que sabe apreciar el primer bostezo del Rey Sol. Era una suerte que ninguna Inmobiliaria construyera edificios que impidieran ese instante tan hermoso, que nos concede en cada alborada ese astro trayendo con si, una promesa de oportunidades nuevas para ser mejores personas.

Ya no era necesario acudir a la búsqueda de nombres, porque solo quedaba Susana. Así que se levantó y alborotando más su cabello ondulado, se dispuso a contarnos su secreto. Esperen un momento -¿Les había dicho que era, entre todos los amigos, la que podía tener mejores secretos que contar en esta noche, verdad?-

Su cuerpo era de esos que incitan a acariciar. No era delgada pero tampoco gorda. Tenía ese color de piel que le permitía darse el lujo de llevar unos kilitos de más y aun así, a los hombres los excitaba. Su manera de contonear sus alegres caderas, cual gata de pasarela arrebataba las miradas de cualquiera que pasara junto a ella, hasta las mujeres volteaban, si bien solo fuera para criticarla. -Sabemos que eso lo hacían de solo envidia, por supuesto- esto pensaba, mientras la observaba maquinando su cuento. Había que prepararse para lo que soltaría esa noche de fin de año. Todos queríamos exorcizar los malos recuerdos que dormían sobre nuestros corazones y seguro Susana tendría uno que otro listo para arrojarlo al viento tibio del amanecer.

Haciendo un brindis por ser la última del grupo en deshacer algún entuerto de su vida, dejó que el ron recorriera su garganta rápidamente, mientras le rasguñaba y quemaba a la vez. Se estiró, como el que va a dar un salto mortal y comenzó hablar mirándonos a uno por uno, con ojos agudos y sin expresión.

- Todos han relatado cosas que jamás imaginamos les habían pasado. Los admiro por haber tenido la franqueza de compartirlo con todos nosotros. No seré yo la única en hacer la diferencia, así que comenzaré con una pregunta, que desde pequeña ha estado rondándome la cabeza y el alma. ¿Qué es el amor? ¿A quién le fue otorgado el beneficio o no de encontrarlo?

¿El amor es sexo? ¿Es acostarse con distintas personas a la vez? ¿Son esos encuentros fortuitos que todos hemos tenido en algún momento? Creo que no. Por lo menos para mí no es el significado de Amor. Todos, de una forma u otra hemos estado buscando ese sentimiento maravilloso, que nos hacen creer que existe al doblar la esquina.

¡Experiencias! claro que las he tenido. ¿Más intensas o no que ustedes? No estamos aquí para evaluar con números esa situación. Nos atrevemos a confesar nuestros secretos hoy, con la sola intención de no repetir, las razones que nos llevaron a ellos. Para limpiar nuestras almas y para sentirnos mejor con nosotros mismos. Como les dije, yo también purgaré mis culpas hoy, con las personas que más quiero, ustedes.

Y comenzó de esta manera...

-No supe cuándo, ni como sucedió pero fui viendo que mi vida tomaba un curso distinto al que había soñado cuando niña. Ya no asistía a las reuniones familiares. La comunicación con los míos se desaparecía, cual cometa que se encumbra sobre las nubes y se disuelve entre ese algodón blanco. Fue cuando decidí irme de la casa, sin dejar, tan siquiera un número telefónico para que me llamaran. Salí huyendo, esa es la verdadera palabra. No podía enfrentarme a las preguntas de mi madre. La realidad sería más cruel que mi huida. Estaba harta de tantos cuidados y protección. No me daban mi espacio y sentía que ya me lo merecía.

El carnaval de hace dos años, lo pasé en Brasil. Fue un sueño que albergué por mucho tiempo y al fin se me hacía realidad. Logré comprar el boleto de avión y una amiga, que había encontrado por Internet me ofreció su casa para quedarme. Por supuesto que esto no se los dije a mi familia. Hubiesen pegado el grito al cielo. Por lo que les hice un cuento, algo como que me había ganado un viaje y me pagaban la estadía por cinco meses para estudiar el idioma. Se lo creyeron y me fui a disfrutar de la ¡Samba y las playas de Río de Janeiro!

Con todo listo y poniendo al tanto a la amiga de mi llegada subí a ese avión, con todos los sueños por conocer Brasil.

Al llegar al Aeropuerto empecé a buscar a la amiga o algún cartel que dijera mi nombre. De paso les comento que mi portugués era muy pobre, motivo que resultó ser una limitación para comunicarme con las personas del Aeropuerto.

De repente vi mi nombre bien grande, que lo llevaba una muchacha y a empujones pude acercarme donde estaba. No era mi amiga pero me dijo que la había mandado a buscarme porque estaba arreglando lo de mi estadía en el país. Me pareció normal y la seguí a una camioneta que se encontraba estacionada afuera.

La joven que me buscó, hablaba muy poco español, así que con señas y nuestro pobre vocabulario lográbamos entendernos.

Yo iba maravillada. ¡La ciudad de Brasil, al fin ante mis ojos! Era un espectáculo esa ciudad tan llena de luces. ¡Cuánto había soñado con ese momento!

No obstante, mi fantasía duró muy poco al ver que se alejaban de la ciudad y al preguntar hacía dónde íbamos, ninguno contestaba. Empecé a ponerme nerviosa y ya gritaba que me explicaran que pasaba. En ese momento el copiloto de la camioneta se volteó y le dio una pastilla y una botella con agua a la mujer y entre ambos sujetaron mis brazos obligándome abrir la boca me lanzaron la droga junto con el agua al mismo tiempo. De repente me sentí mareada y ya no supe más de mí.

Al despertarme la cabeza me dolía enormemente. Estaba en una habitación y uno de mis brazos se mantenía sujeto a la cama. Traté de zafarme, cuando un hombre, que había permanecido en la penumbra del cuarto, se levantó y me dio una cachetada diciendo – Cállate zorra de mierda, aquí, a nadie le interesan tus gritos – Si no había entendido lo que pasaba, les aseguro que en ese momento mi mente asimiló la situación y me quedé callada. Estaba aterrada, -¿Por qué a mí?- fue la pregunta que me hice. En ese instante sentí un piquetazo y volví a dormirme.

¡Si amigos había caído en manos de personas que estaban en el negocio de Trata de blancas! De sus ojos salieron dos lágrimas, cual piedras preciosas, que con la luz del alba brillaron en todo su recorrido por sus mejillas. Se las secó, con algo de enojo y prosiguió el relato.

Por ser la nueva y de piel blanca me llevaron a un burdel, donde las mujeres como yo son requeridas por cierto tipo de personas pero antes de salir de allí, el primero que abusaba de la recién llegada era el que las traía de otro país. Así que fui violada por tres hombres.

De esa manera me lanzaron al ruedo de la prostitución. No había límites en la cantidad de hombres que la nueva recibiera. Podían ser 10 hasta 18 por día. Constantemente me mantenían drogada por lo que no podía comunicarme con nadie y mucho menos pensar en cómo salir de eso.

En los breves descansos que me daban, la pasaba era durmiendo. Al segundo mes, ya tenía una clientela exclusiva y me drogaban menos. Los clientes se habían quejado. Decían que parecía un muñeco de trapo. Que ellos necesitaban que yo respondiera, dado el dinero que pagaban por utilizarme. Así que fueron reduciendo los narcóticos pero me mantenían amenazada de muerte y a mi familia también.

Tenían todo arreglado. Se habían encargado de pasarles mensajes a mis padres y unas fotos arregladas para que no hicieran preguntas y como mi forma de ser, siempre ha sido despegada de ellos, no les pareció nada extraño los pocos mensajes que les llegaban de mí.

Al tercer mes de estar en Brasil, me di cuenta que había un cliente que siempre iba los martes y a las mismas horas. No era muy exigente, lo que más le gustaba era verme desnudarme lentamente para luego vestirme, muy despacio. Supe, por otra de las chicas, que pagaba muy bien por una sola hora conmigo.

Yo esperaba el día en que aparecía el cliente especial y fui haciendo amistad con él. Para ese momento tenía más vocabulario y podía mantener una conversación más fluida. Un día me atreví, luego de que él se satisfizo, a comentarle mi situación. Salió despavorido del lugar y estuvo dos semanas sin volver.

Pasaban los días y no había señal alguna, del que pensé podría ser mi salvador. Un día me llamaron, con mucha apremio. Yo descansaba tumbada en la camita que teníamos para nosotras, la noche anterior había sido muy fuerte y necesitaba restablecer mis fuerzas. Un cliente solicitó mis servicios. Pagó dos horas por adelantado para estar conmigo. El dueño del negocio brincaba de alegría era su mejor cliente y el que mejor pagaba sin poner reparo en el precio.

Lo esperé en la habitación y al ver que se trataba del cliente especial sentí que algo extraño pasaba. No era la misma aptitud de antes. Se acercó y me abrazó, cosa que jamás hacía y colocando su boca sobre mi oído, me dijo –Vine ayudarte- -Actúa normalmente- y siguió hablando bajito, mientras yo seguí con la rutina que a él le gustaba. Yo temblaba y me costaba mantenerme serena en ese momento. Hubo un momento en que vio su reloj e hizo que me arrodillara frente a él y dijo –Tus padres están al tanto de lo que pasa aquí y la policía en unos segundos allanaran el lugar. No les demos la oportunidad que se den cuenta, así que párate y comienza a vestirte, despacio como a mí me gusta.

Todos los amigos se habían quedado sin habla. Era como estar viendo una película de mafia y narcotráfico. No podían entender cómo pudo pasarle a su amiga semejante monstruosidad.

Inmediatamente se oyeron las sirenas de los carros de la policía y sentí que mi infierno se estaba acabando. Cuando volteé para darle las gracias, a mi mejor cliente, por qué no decirlo, a mi amigo, éste se había ido. Era un hombre muy importante en la política y tenía una familia que debía mantener alejada de ese tipo de noticias escandalosas.

Luego de mis declaraciones en la policía, me llevaron donde mis padres me esperaban. Habían volado a Brasil, desde el mismo momento en que fueron notificados de lo que pasaba conmigo en ese país.

¿Qué cambió en mí esa experiencia? ¡Todo! Mi vida dio un vuelco completo, tanto en valores humanos y familiares. Ya no soy tan hueca, como lo era antes. Y tienen razón, soy, de ustedes, la que ha tenido más experiencia a nivel sexual. De una  mala manera. De una manera equivocada. Entendí que es mejor hacer las cosas correctamente, de lo contrario nos toca pagar y esta vez tuve suerte. Pudo haber sido diferente. Antes de retirarse del lugar de las confesiones pidió que le sirvieron un trago doble y brindó por ese fantasma que al fin había podido sacar de su vida.

Con esta confesión, damos por terminadas las diez confesiones de fin de año, de unos amigos, que aunque entrañables, desconocían muchas cosas uno de los otros.

Me despido esperando que hayan disfrutado de cada uno de los secretos que aquí expusimos. Continúen cerquita de mí en los nuevos relatos, que serán muy atractivos para todos ustedes. Gracias por haber compartido conmigo, estos momentos de sinceridad. ¡No vemos! 

¡Brindemos para que el amor nunca muera!



Carmen Pacheco
@Erotismo10
30 de enero de 2016

martes, 19 de enero de 2016

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…






Novena Confesión


Los Días de sueños y no de realidades de

Paulina


La noche había transcurrido tan rápido y aún faltaban dos del grupo por confesarse. Tuvieron que hacer un alto para apertrecharse con la bebida porque ya habían terminado las botellas que llevaron. Nunca pensaron que una reunión de amigos, de toda la vida, les llevaría tanto tiempo y licor.


Los que ya habían confesado reían y hablaban más sueltos y con más confianza, diría yo. Es como quien se quita una mochila o bulto de la espalda y se siente liviano. Resulta, que ahora si estábamos conociéndonos, luego de unos cuantos años, no les diré cuántos, no sean curiosos. Seguro hay alguien, entre ustedes, que sabe sumar mejor que otros y llegaría a los números de nuestras edades y se perdería el encanto de lo narrado.


Solo faltaba oír a Paulina y a Susana. Ambas estaban nerviosas habían guardado por tanto tiempo ese secreto y hoy, posiblemente, las juzgarían sin piedad. 


Karol tomó la lata famosa diciendo – Sólo una mano pura y virginal será la que saque el nombre de las que faltan y esa seré yo- y todos empezaron a reír por su atrevimiento. Ella, se agarraba el estómago y doblada se carcajeaba de lo lindo. Ya más tranquila sacó el nombre y dijo –la ganadora es Paulina- y todos comenzaron a gritar ¡Paulina, Paulina! Como entenderán para esa hora ya todos estaban casi borrachos pero cuerdos. Una combinación algo rara, solo que todos querían saber lo que los demás no habían soltado, en tantos años de amistad. Así que se aguantaban y lograban mantenerse en pie, tan solo por el chisme.


Paulina era una de esas chicas listas, vivas, con una chispa alborotada todo el tiempo. Era la que mantenía al grupo al tanto de todos los aconteceres, que les interesara a ellos. No le importaba el resto de la gente, ni se preocupaba. No entiendo cómo pudo encajar entre los amigos porque es de esas muchachas que se sienten mejor que todo el mundo. Alta, delgada, de cabellera sedosa, que la hacía parecer una barbie…. Ojos almendrados y una sonrisa que cautiva al más pintado. Sabe envolver a la gente, con su verborrea implacable. Tiene la fascinación de una serpiente cuando te ve con esos hermosos ojos, que no se apartan de ti, ni un segundo, mientras dure la charla. Esa es la Paulina que conocemos. ¡Ahora vamos a ver qué es lo que desconocemos!


Paulina había llegado a la reunión con un vestidito de seda color lila, éste estaba adornado con un tejido relleno de perlas, en el área del cuello, que simulaban lágrimas negras y que a su vez le hacían resaltar la posición que había optado en ese momento, como la de un Cisne en pleno despliegue de alas. Esto le daba un aire de elegancia y señorío.


Todos esperábamos que iniciara su relato, sabíamos que ella era muy parsimoniosa, cuando describir algo se trataba pero esta vez se estaba tomando más tiempo que el de costumbre. En eso gritó Raúl –Vamos mujer que ya nos queda poco tiempo para que el gallo cante- y todos rieron haciendo sonar las copas.


Paulina los vio de reojo y les sacó la lengua, a modo de juego con sus amigos.


Comenzaré haciéndoles esta pregunta -¿Ustedes se acuerdan de aquella semana, en que desaparecí por varios días y cuando me preguntaban, les decía que estaba haciendo un taller?- ¡Si estaba haciendo un taller! Fui enviada por la empresa para perfeccionar un área de mi trabajo, porque no la entendía muy bien. Fue en ese viaje que conocí a Gustavo. Él trabajaba en otro departamento y jamás nos habíamos tropezado, ni siquiera en las reuniones de la Empresa.


Todos empezaron a susurrar entre ellos y se decían –Te lo dije Milagros, esta mujer no es tan bruta, como para tener que estar tanto tiempo en el dichoso Taller, siempre pensé que allí había gato encerrado - Milagros reía dándole la razón a Franck. Al terminar con los comentarios y las bromas Paulina prosiguió el cuento.


Tienen razón era muy obvio el tiempo que tarde en el Taller pero es que Gustavo y se me eriza la piel con solo pronunciar su nombre. Gustavo... era un hombre difícil de dejar.


Lo conocí en la cafetería del lugar que habían apartado para los que fueron al Taller. Estaba tomándome un café y como siempre, con un lápiz tamborileaba la mesa siguiendo el ritmo que, en ese momento, pasaba por mi mente. Sin pedir permiso arrimó una silla cerca de mí y me dijo –“Pareces un Director de orquesta, midiendo una sinfonía en tu mente”- y se presentó inmediatamente. – Soy Gustavo Fernández. Les confieso que me sacó de mi centro, con esa sola informalidad. No dijo tonterías, de esas tan trilladas, que dicen los hombres para acercar a cualquier mujer. Él fue directo y con gracia y me gustó. De allí en adelante, a la hora de tomarnos el descanso, nos encontrábamos en el mismo lugar. Allí hablábamos de lo que nos había parecido la intervención de los Asesores y de trivialidades. Una cosa trajo la otra. Un día nos vimos en el Restaurant y lo único que hizo fue extenderme la mano y sin vacilar se la atrapé, como si fuera un gorrión que podía escapárseme por entre los dedos y salimos del lugar.


Tomamos un taxi y en ese momento, me olvide del mundo. Solo veía sus ojos negros y abismales que prometían aventuras. Éstos me envolvieron con un calor suave pero agresivo, tierno pero feroz y de allí en adelante, todo fue improvisado. Asistimos a muy pocas sesiones del Taller. Queríamos estar juntos. Fue como una revelación de nuestras almas o para ser más terrenal, en tres palabras “Fue Química pura”


Uno de esos días en que nos perdimos encontramos una posada especial. Desde afuera nos dimos cuenta que era el lugar perfecto para nuestros encuentros.


Tenía una decoración muy a la antigua, con muebles de madera. Cojines que invitaban a instalarse en ellos y permanecer el tiempo que quisiéramos arrellenados, cual gatos en plena siesta. Sus habitaciones, por lo menos la que nos tocó a nosotros, no le faltaba, ni le sobraba nada. Era perfecta para lo que andábamos buscando, un Nido de amor para los encuentros de placer.


Les confieso que con Gustavo sentí lo que jamás en mi vida, ningún hombre me había inspirado, hablando sexualmente.  


Lo percibí como un hombre de mucha experiencia, sabía cómo y cuándo decir algo sugestivo y en qué momento hacer una caricia, como separarme el cabello de los ojos, como si fuera al descuido, algo natural. No era lisonjero, solo bastaba con mirarme y yo sentía que la ropa se me caía completamente ante él. ¿Me preguntas del pudor? Nunca existió, a pesar de ser la primera vez que lo conocía. El primer día no me tocó, solo hablamos y en una que otras ocasiones me hacía insinuaciones de lo que a él le gustaba en el sexo. Se ponía muy cerquita y al oído me narraba qué le gustaría hacerme, cómo, con qué, de qué forma y cuántas veces. Les juro que el solo hecho de oír eso, las piernas me temblaban y mi vientre se alborotaba, en una constante angustia de placer, que sin poder evitarlo, se escapaba de mi cuerpo un suave y fogoso orgasmo, tan violento y delicado que el momento se me iba en suspiros. Luego él me besaba la boca y suavemente, como el que busca obtener lo sagrado del momento, se introducía en mi garganta y era como un veneno dulce y picante, que envolvía mi mente y hasta lágrimas derramé sin razón alguna.


Eso ocurrió en las dos primeras ocasiones que nos escapamos. La tercera vez, ya él estaba más preparado. Llevó vino y pidió unos bocadillos a la habitación. Hasta ese día fue que nos quitamos la ropa.


Abrió la botella y brindando por el último día que estaríamos juntos. Nos tomamos la primera copa de vino. Con un aire de entendido en la materia, en cuanto a vino se refería, me dijo “El buqué que emana de la botella es el propio de los vinos que no están en contacto con el aire durante su proceso de envejecimiento (principalmente en botella). Si te das cuenta su olor debe recordarte a la vainilla, tabaco, humo, hojas secas, etc. el corcho y me lo puso a oler, es el vivo reflejo de lo que adentro se encuentra y saboreándolo me lo pasó por los labios para luego probarlo él. 


Así – Dijo – es que se prueba un buen vino. Es por eso que aligeré este primer brindis, ya los demás podemos deleitarnos de él, de distintas formas y manera. Sus ojos emitieron un fugaz brillo, mientras que su sonrisa amplia dejaba ver  unos hermosos dientes blancos.


Yo de vinos no sabía nada y como novata, en esa materia seguí las indicaciones de él.


Continuamos conversando, al rato empecé a sentir un calor en el cuerpo y pensé que ya las copitas de vino comenzaban hacer su efecto. Quitándome los zapatos y colocando mis pies sobre el mueble fue la desinhibición más completa que he tenido con un hombre. Gustavo se acercó y empezó a masajearme los pies. Díganme ¿Qué ser humano y aquí hablo a las mujeres, no les gusta que le den un rico masaje en los pies, luego de un día arduo de trabajo?


Sentí cómo se iban relajando cada huesito de mis dedos, mi tobillo dejó de sentir la presión que soporta por estar parada todo el día o por caminar en exceso. Trajo la botella y volvió a servir otra ronda de vino. El calor no aminoró, al contrario iba en crescendo. Sus manos masajeaban mis pantorrillas, no les puedo negar que también esa parte de mi cuerpo exigía de un masajito. Mis rodillas empezaron a temblar, cuando frotó sus partes cóncavas. Todo estaba en silencio, solo veía sus ojos que me hipnotizaban esperando el avance de sus manos que se habían convertido en torres que amenazaban a mi Reina. ¡Dios!... ya tocaba mis muslos y en ese momento mi estremecer lo sintió en la punta de sus dedos y fue un hecho su satisfacción, porque entre cerró sus hermosos ojos y mordiéndose el labio, me hizo entender que ya no había peón que evitara que le dieras un jaque a esa dama solitaria, que aunque sabía de su avance, no buscó a sus lacayos para que la protegieran.


Cuando ya estaba en la puerta principal del Castillo bajo el puente y develando la entrada entró y sentí que una caballería entera se posesionaba de la reino. Sus manos revoloteaban por toda la Comarca y sintiéndose dueño del lugar brindó con la Reina.


Unas gotas de vino fueron derramadas sobre ella, mientras que el conquistador procedía a disfrutar de su victoria tomando  de la mejor copa que había en toda la Comarca.


Esa noche al fin me hizo suya. De allí en adelante, no quiso tomar en copa alguna, el vino que nos quedaba. Paladeo, gota a gota de ese elixir y del que yo le obsequiaba en distintos momentos.


Con él aprendí que decir “Hagamos el amor” son dos palabras que no tienen significado, cuando un hombre y una mujer quieren disfrutar del sexo. En esos días me conocí como mujer, en toda la extensión de la palabra. Supe cómo hacerlo sentir a él también feliz. La entrega fue tan completa, que al estar sobre su cuerpo, me transformaba en una fiera y era yo la que mandaba en ese momento. Mi cabello ondulado, se movía al ritmo de mis arremetidas y eso a él le encantaba. Decía que parecía un animal feroz.


Me dio rienda suelta para hacer lo que sabía y lo que nunca me atreví hacer. Le mostré lo que jamás había sentido y descubrí sus partes más eróticas, las que hice mías dejando un recuerdo palpable por todas ellas. Sus manos sujetaban mis caderas, mientras en una danza sensual, nuestros cuerpos bailaban con furia. Nunca medimos lo que debíamos o no hacer. Solo nos atrevíamos a variar al ver que el otro gozaba de esas caricias nuevas y así continuábamos haciéndonos felices. Mis gotas de sudor caían una a una sobre su cuerpo, mientras lo inmovilizaba con mis piernas. Sólo puedo decirles que siempre pidió más de mi locura y eran tantas ansias acumuladas de ser  lo que era, que jamás le dije que no.


Ese fue el último día que lo vi, ya que a la semana siguiente de llegar al trabajo, me enteré que había sido cambiado para otra sucursal de la empresa, que necesitaba de los conocimientos que había adquirido en dicho Taller. Nunca nos volvimos a ver ni a contactar. Por supuesto que esto que les digo es grado treinta y tres porque Javier nunca supo lo que pasó en esos días.


¿Qué si me arrepiento?  ¡Jamás!, de eso hacen unos cuantos años y en lo que llevo de casada, nunca he sentido lo que ese día Gustavo me hizo disfrutar. Para mí ese ha sido el mejor sexo que he tenido, desde que estoy casada.

Diciendo esto, se lanzó un trago de ron y se retiró a su silla.


Todos conocemos a Javier, su esposo, pero ella era nuestra amiga que se había confesado con nosotros y lo que allí se dijo, allí se quedó. Esta confesión me recuerda que es el día a día de la mayoría de las mujeres que no tienen a un hombre que les despierte, de vez en cuando, no digo todos los días pero si muy de vez en cuando esa parte animal que toda mujer tiene y que si no la disfrutas tú, seguramente habrá otro que sabrá cómo llegarle a ese animal enjaulado que grita atención.


Con esta confesión ya nos falta la de Susana y así podremos decirles Feliz año a nuestros diez amigos. Continúa en las confesiones de fin de año, que Susana es la más candelilla del grupo por eso la dejé para el último relato.



Carmen Pacheco
@Erotismo10
19 de enero de 2016





viernes, 8 de enero de 2016

DIEZ SECRETOS DE NAVIDAD…






Octava Confesión



KAROL SE ADORMECÍA ENTRE EL HUMO Y EL ALCOHOL, HASTA QUE SE ESCUCHÓ UN GRITO


Lograron tranquilizar a Milagros con dos tragos de ron prometiéndole que la ayudarían en ese estado de confusión en que se encontraba. Las cosas se iban destapando lentamente y empiezo a darme cuenta lo poco que nos conocíamos realmente.

- Bueno basta de lloriqueos, que aquí vinimos fue a disfrutar de nuestros chismes – dijo Raúl soltando una carcajada y al mismo tiempo dándole la lata a Milagros. –Sécate esas lágrimas mujer, que posiblemente ahora es que vas a saber lo que es vivir contigo misma, que es lo que más importa y saca el nombre del próximo, porque quedan tres confesiones en el tintero y el sol casi nos agarra y como los vampiros podemos desaparecer –

No tenía porque moverla mucho. Metió la mano y gritó el nombre de Karol.

La música que ambientaba el lugar era de esas románticas, del tipo que se escuchan en las rockolas,  las que dan ganas de llorar y seguir tomando por cada una de las revelaciones.

Ya los vecinos se habían retirado de sus sitios estratégicos.

En el rincón de atrás, del patio de la casa de Milagros, apenas se oía (acompañando la música del lugar) un par de gatos que se instalaron  en el techo del frente emitiendo un romántico ronroneo, que más bien parecía que se estaban matando. También se unieron para participar de esa velada erótica, sensual y reveladora

Karol con su atuendo de mujer liberada. Tatuajes y argollas por doquier, se arrimó al lugar donde confesaría lo peor que la había pasado. Nunca le gustó usar pantalones por lo que siempre andaba en faldas cortas y botas hasta las rodillas. Una blusa corta y transparente era su atuendo de esa noche. Ya sus amigos sabían que no le gustaba usar ropa interior, por lo que no les sorprendió ver la línea de sus senos dibujados, hermosamente, en la tela que medio la protegía.

-Esta confesión amerita un buen trago amigos – dijo Karol dirigiéndose al lugar de las confesiones. Luis le preparó uno al que el llamaba “Destornillador”. – Este es el perfecto para sacar todos los demonios que se nos atraganta y con los que pasamos toda la vida ahogados – Le dijo Luis –

Como saben – empezó Karol- me gusta la música y por sobre todas las cosas, adoro el Rock fuerte. Ese que se te mete bien adentro. Como cuando aspiras un perfume y dejas que penetre todas tus membranas, hasta la última, hasta la más profunda llenándote de de vida. Así es como percibo el Rock.

Todas las tardes, luego de hacer mis tareas escolares corría a un lugar donde los chicos íbamos a golpear las guitarras y a dar alaridos. Ese era el verdadero Rock para nosotros, a esa edad.

Con el tiempo traté de entrar a una escuela de música pero mis padres pensaban que si me volvía médico o abogada, la vida sería más cómoda y satisfactoria. Como ven, haciendo un gesto con los brazos, no lo lograron. Fueron más fuertes mis ansias de rocanrolear.

En el lugar que les comento, años después, entraban y salían del lugar, cualquier cantidad de jóvenes. Era el local del momento, estaba de moda y el que quería oír música ácida, allí la conseguía. Nadie se preocupaba de nada. Todo era alegría, licor y drogas.
  
Al costado del lugar, se encontraba una puerta resguardada por un hombre bien fuerte. Por allí entrarían los artistas que cantarían esa noche.

Allí estarían el grupo que estaba sonando mucho por la radio y la cola de personas que esperaban ver a sus ídolos se encontraba frenética. Una que otra trataban de sobornar al Vigilante para que las dejara pasar. Algunas lo lograban otras no.

Fue un tremendo relajo el que se formó, cuando vimos que se acercaba la camioneta que traía a nuestros ídolos y todas comenzamos a gritar. A medida que se iban acercando, la multitud se fue aglomerando alrededor del vehículo.

Era un sueño poder ver en persona al hombre que me hacía volar, en cada arpegio que le sacaba a esa guitarra. El solo pronunciar su nombre mi cuerpo convulsionaba de placer y en ese momento lo tendría ante mis ojos. Éramos muchas chicas en el lugar, resultaría muy difícil que se fijara en mí pero igual yo gritaba y brincaba para poder sobresalir de esa marea de mujeres excitadas.

Encendió un cigarrillo y votando una bocanada de humo nos dijo –pero si me vio, aunque ustedes no lo crean me vio- en el momento en que se bajó de la camioneta, yo había dado el brinco más grande de mi vida, apoyándome en los hombros de la chica de adelante, - Sé qué eso no se debe hacer pero que caray era el hombre de mi vida el que había aparecido- Así que en ese preciso instante nuestros miradas se encontraron. Para mí fue suficiente. Sentía que había besado esos deliciosos labios, con tan solo una mirada. Un grupo de chicas pasaron sobre mí. No podía moverme había caído en un trance diabólico de amor y no sentí, cómo la marea de mujeres me empujaba hasta caer al piso.

Todo fue muy rápido, cuando reaccioné ya todas  habían entrado y yo estaba tirada en el suelo, con mis rodillas sangrando y el cuerpo adolorido. Las lágrimas rodaron cual manantial en pleno verano. En eso sentí que alguien me levantaba y cuando pude verle el rostro, me di cuenta que era él, mi Cantante preferido, quién había dejado que la banda se llevara a las otras jóvenes para quedarse ayudarme. No salía de mi asombro y con un dedo, suavemente cerró mi boca.

¿Cómo te sientes? – preguntó tratando de limpiarme las piernas, que estaban llenas de tierra. Bien –Atiné a responder, entre mi fascinación y desconcierto.

Me condujo dentro del lugar y me presentó con los músicos de la banda. Era una locura el lugar. Las luces se encendían, bailaban, giraban, mientras que las personas cantaban una de las melodías que los había hecho famosos. Yo no sentía el dolor ya. Estaba con Él y era suficiente.

Karol se aclara la garganta y doblando sus piernas prosigue el relato o la confesión. Un rayo de luz abrazaba el torso de la amiga, deslumbrando mucho más, sus senos. La temperatura había bajado para esa hora y la línea de éstos dejaba ver cómo se dibujaban sus puntas, que se mantenían fuertes y desafiantes. Luis sacudió su cabeza y puso su atención en el relato.

La noche pasó muy rápido y tenía que volver a mi casa. Mi ídolo sugirió llevarme hasta allá. No lo voy a negar tomé algo más que tres tragos y que, posiblemente alguien me pasó un cigarro aliñado pero me sentía en condiciones de volver por mi cuenta. Sin embargo no quería hacerle un desaire al hombre que toda la noche me atendió y ayudó, luego de mi caída.

Con todo el equipo en la camioneta, nos montamos y salimos hacia mi casa. Eso fue lo que yo pensé pero ya ellos habían cuadrado, en la noche, a dónde me llevarían.

Por supuesto que ya habían aparecido uno que otro beso entre él y yo pero más nada. En la camioneta comenzó a besarme y yo respondí también. Una cosa pasó a la otra, en un momento sus manos estaban debajo de mi blusa y tomaba mis senos con furia. Yo traté de zafarme y le dije que se detuviera pero no oía. Me rasgó la suave tela que me tapaba, e inmediatamente su boca aprisionó mis senos, con ligeros mordiscos lacerantes. En ese momento detuvieron el carro y los que estaban adelante me sujetaron los brazos.

Entre todos me quitaron la poca ropa que me quedaba y empezaron a manosear mis muslos. Eran varios, no podía defenderme. Se turnaron una, dos hasta tres veces para saciar su hambre.

Hubo un momento en que ya no sabía quién o qué era yo. Gisela se levanta y Karol le dice apartándola -Tranquila Gisela– es algo que tengo que sacar, de una vez por todas.

Los seis hombres que estaban en la camioneta, entre drogas y alcohol habían abusado de mí, las veces que les dio la gana. Luego desperté en un hospital, con hematomas y fracturas de distintos tipo.

Hice la denuncia pero el dinero puede más que la dignidad de una persona y por el solo hecho de haber aceptado que me llevaran a mi casa fue suficiente para soltarlos. Alegando que yo induje a la violación.

Esta historia jamás la supieron mis familiares. No permití que se enteraran. Por supuesto era claro que había sido violada pero los pormenores jamás se lo dije a ninguno de ellos. Hoy, gracias a la inventiva de Milagros pude sacar este veneno que he llevado por muchos años.

Karol admitió una situación extrema, que puede ocurrirle a cualquiera, sea hombre o mujer. Esperamos que con ese exorcismo que le hizo a esos recuerdos pueda seguir, este año que viene, en lo que a ella le gusta pero sin resentimientos hacia lo que significa el Rock.

Con esta confesión nos faltan dos por compartir. El tiempo se nos vino encima pero a nuestros amigos, se les detuvo el tiempo. Sólo celebraran año nuevo, cuando el último diga su confesión más tenebrosa.

¿Me acompañas para ver qué nos dicen Paulina y Susana?

Qué les parece si me siguen y así le damos un Feliz año a los amigos que se están confesando…



Carmen Pacheco
@Erotismo10
06 de enero del 2016