Décima
confesión
¿Cuánto le
costó a Susana una equivocación?
Desde la casa de Milagros se
podían observar unos amaneceres hermosos. Era un lugar privilegiado en esa zona,
sobre todo para el que sabe apreciar el primer bostezo del Rey Sol. Era una suerte
que ninguna Inmobiliaria construyera edificios que impidieran ese instante tan
hermoso, que nos concede en cada alborada ese astro trayendo con si, una promesa
de oportunidades nuevas para ser mejores personas.
Ya no era necesario acudir a la
búsqueda de nombres, porque solo quedaba Susana. Así que se levantó y
alborotando más su cabello ondulado, se dispuso a contarnos su secreto. Esperen
un momento -¿Les había dicho que era, entre todos los amigos, la que podía
tener mejores secretos que contar en esta noche, verdad?-
Su cuerpo era de esos que incitan
a acariciar. No era delgada pero tampoco gorda. Tenía ese color de piel que le
permitía darse el lujo de llevar unos kilitos de más y aun así, a los hombres
los excitaba. Su manera de contonear sus
alegres caderas, cual gata de pasarela arrebataba las miradas de cualquiera que
pasara junto a ella, hasta las mujeres volteaban, si bien solo fuera para
criticarla. -Sabemos que eso lo hacían de solo envidia, por supuesto- esto pensaba,
mientras la observaba maquinando su cuento. Había que prepararse para lo que
soltaría esa noche de fin de año. Todos queríamos exorcizar los malos recuerdos
que dormían sobre nuestros corazones y seguro Susana tendría uno que otro listo para arrojarlo al viento tibio del amanecer.
Haciendo un brindis por ser la
última del grupo en deshacer algún entuerto de su vida, dejó que el ron
recorriera su garganta rápidamente, mientras le rasguñaba y quemaba a la vez.
Se estiró, como el que va a dar un salto mortal y comenzó hablar mirándonos a
uno por uno, con ojos agudos y sin expresión.
- Todos han relatado cosas que
jamás imaginamos les habían pasado. Los admiro por haber tenido la franqueza de
compartirlo con todos nosotros. No seré yo la única en hacer la diferencia, así
que comenzaré con una pregunta, que desde pequeña ha estado rondándome la cabeza
y el alma. ¿Qué es el amor? ¿A quién le fue otorgado el beneficio o no de
encontrarlo?
¿El amor es sexo? ¿Es acostarse
con distintas personas a la vez? ¿Son esos encuentros fortuitos que todos hemos
tenido en algún momento? Creo que no. Por lo menos para mí no es el significado
de Amor. Todos, de una forma u otra hemos estado buscando ese sentimiento
maravilloso, que nos hacen creer que existe al doblar la esquina.
¡Experiencias! claro que las he
tenido. ¿Más intensas o no que ustedes? No estamos aquí para evaluar con
números esa situación. Nos atrevemos a confesar nuestros secretos hoy, con la
sola intención de no repetir, las razones que nos llevaron a ellos. Para limpiar
nuestras almas y para sentirnos mejor con nosotros mismos. Como les dije, yo
también purgaré mis culpas hoy, con las personas que más quiero, ustedes.
Y comenzó de esta manera...
Y comenzó de esta manera...
-No supe cuándo, ni como sucedió
pero fui viendo que mi vida tomaba un curso distinto al que había soñado cuando
niña. Ya no asistía a las reuniones familiares. La comunicación con los míos se
desaparecía, cual cometa que se encumbra sobre las nubes y se disuelve entre
ese algodón blanco. Fue cuando decidí irme de la casa, sin dejar, tan siquiera
un número telefónico para que me llamaran. Salí huyendo, esa es la verdadera
palabra. No podía enfrentarme a las preguntas de mi madre. La realidad sería más
cruel que mi huida. Estaba harta de tantos cuidados y protección. No me daban
mi espacio y sentía que ya me lo merecía.
El carnaval de hace dos años, lo
pasé en Brasil. Fue un sueño que albergué por mucho tiempo y al fin se me hacía realidad. Logré
comprar el boleto de avión y una amiga, que había encontrado por Internet me
ofreció su casa para quedarme. Por supuesto que esto no se los dije a mi
familia. Hubiesen pegado el grito al cielo. Por lo que les hice un cuento, algo como que
me había ganado un viaje y me pagaban la estadía por cinco meses para estudiar
el idioma. Se lo creyeron y me fui a disfrutar de la ¡Samba y las playas de Río
de Janeiro!
Con todo listo y poniendo al
tanto a la amiga de mi llegada subí a ese avión, con todos los sueños por conocer Brasil.
Al llegar al Aeropuerto empecé a
buscar a la amiga o algún cartel que dijera mi nombre. De paso les comento que
mi portugués era muy pobre, motivo que resultó ser una limitación para comunicarme con las
personas del Aeropuerto.
De repente vi mi nombre bien
grande, que lo llevaba una muchacha y a empujones pude acercarme donde estaba. No
era mi amiga pero me dijo que la había mandado a buscarme porque estaba
arreglando lo de mi estadía en el país. Me pareció normal y la seguí a una
camioneta que se encontraba estacionada afuera.
La joven que me buscó, hablaba
muy poco español, así que con señas y nuestro pobre vocabulario lográbamos
entendernos.
Yo iba maravillada. ¡La ciudad de
Brasil, al fin ante mis ojos! Era un espectáculo esa ciudad tan llena de luces.
¡Cuánto había soñado con ese momento!
No obstante, mi fantasía duró muy
poco al ver que se alejaban de la ciudad y al preguntar hacía dónde íbamos,
ninguno contestaba. Empecé a ponerme nerviosa y ya gritaba que me explicaran
que pasaba. En ese momento el copiloto de la camioneta se volteó y le dio una
pastilla y una botella con agua a la mujer y entre ambos sujetaron mis brazos obligándome
abrir la boca me lanzaron la droga junto con el agua al mismo tiempo. De repente
me sentí mareada y ya no supe más de mí.
Al despertarme la cabeza me dolía
enormemente. Estaba en una habitación y uno de mis brazos se mantenía sujeto a
la cama. Traté de zafarme, cuando un
hombre, que había permanecido en la penumbra del cuarto, se levantó y me dio una
cachetada diciendo – Cállate zorra de mierda, aquí, a nadie le interesan tus
gritos – Si no había entendido lo que pasaba, les aseguro que en ese momento mi
mente asimiló la situación y me quedé callada. Estaba aterrada, -¿Por qué a mí?-
fue la pregunta que me hice. En ese instante sentí un piquetazo y volví a dormirme.
¡Si amigos había caído en manos
de personas que estaban en el negocio de Trata de blancas! De sus ojos salieron dos lágrimas, cual piedras preciosas, que con la luz del alba brillaron en todo su recorrido por sus mejillas. Se las secó, con algo de enojo y prosiguió el relato.
Por ser la nueva y de piel blanca
me llevaron a un burdel, donde las mujeres como yo son requeridas por cierto
tipo de personas pero antes de salir de allí, el primero que abusaba de la recién
llegada era el que las traía de otro país. Así que fui violada por tres
hombres.
De esa manera me lanzaron al
ruedo de la prostitución. No había límites en la cantidad de hombres que la
nueva recibiera. Podían ser 10 hasta 18 por día. Constantemente me mantenían
drogada por lo que no podía comunicarme con nadie y mucho menos pensar en cómo
salir de eso.
En los breves descansos que me
daban, la pasaba era durmiendo. Al segundo mes, ya tenía una clientela
exclusiva y me drogaban menos. Los clientes se habían quejado. Decían que
parecía un muñeco de trapo. Que ellos necesitaban que yo respondiera, dado el
dinero que pagaban por utilizarme. Así que fueron reduciendo los narcóticos pero me
mantenían amenazada de muerte y a mi familia también.
Tenían todo arreglado. Se habían
encargado de pasarles mensajes a mis padres y unas fotos arregladas para que no
hicieran preguntas y como mi forma de ser, siempre ha sido despegada de ellos,
no les pareció nada extraño los pocos mensajes que les llegaban de mí.
Al tercer mes de estar en Brasil,
me di cuenta que había un cliente que siempre iba los martes y a las mismas
horas. No era muy exigente, lo que más le gustaba era verme desnudarme lentamente
para luego vestirme, muy despacio. Supe, por otra de las chicas, que pagaba muy
bien por una sola hora conmigo.
Yo esperaba el día en que
aparecía el cliente especial y fui haciendo amistad con él. Para ese momento
tenía más vocabulario y podía mantener una conversación más fluida. Un día me
atreví, luego de que él se satisfizo, a comentarle mi situación. Salió despavorido
del lugar y estuvo dos semanas sin volver.
Pasaban los días y no había señal alguna, del que pensé podría ser mi salvador. Un día me llamaron, con mucha apremio. Yo descansaba tumbada en la camita que teníamos para nosotras, la noche anterior había sido muy fuerte y necesitaba restablecer mis fuerzas. Un cliente solicitó mis servicios. Pagó dos horas por adelantado para estar conmigo. El dueño del negocio brincaba de alegría era
su mejor cliente y el que mejor pagaba sin poner reparo en el precio.
Lo esperé en la habitación y al
ver que se trataba del cliente especial sentí que algo extraño pasaba. No era la misma aptitud de antes. Se acercó
y me abrazó, cosa que jamás hacía y colocando su boca sobre mi oído, me dijo –Vine
ayudarte- -Actúa normalmente- y siguió hablando bajito, mientras yo seguí con la
rutina que a él le gustaba. Yo temblaba y me costaba mantenerme serena en ese
momento. Hubo un momento en que vio su reloj e hizo que me arrodillara frente a él y dijo –Tus padres están al tanto de lo que pasa aquí y la policía en unos
segundos allanaran el lugar. No les demos la oportunidad que se den cuenta, así
que párate y comienza a vestirte, despacio como a mí me gusta.
Todos los amigos se habían
quedado sin habla. Era como estar viendo una película de mafia y narcotráfico. No
podían entender cómo pudo pasarle a su amiga semejante monstruosidad.
Inmediatamente se oyeron las
sirenas de los carros de la policía y sentí que mi infierno se estaba acabando.
Cuando volteé para darle las gracias, a mi mejor cliente, por qué no decirlo, a
mi amigo, éste se había ido. Era un hombre muy importante en la política y tenía una
familia que debía mantener alejada de ese tipo de noticias escandalosas.
Luego de mis declaraciones en la
policía, me llevaron donde mis padres me esperaban. Habían volado a Brasil,
desde el mismo momento en que fueron notificados de lo que pasaba conmigo en
ese país.
¿Qué cambió en mí esa
experiencia? ¡Todo! Mi vida dio un vuelco completo, tanto en valores humanos y
familiares. Ya no soy tan hueca, como lo era antes. Y tienen razón, soy, de
ustedes, la que ha tenido más experiencia a nivel sexual. De una mala manera. De una manera equivocada. Entendí
que es mejor hacer las cosas correctamente, de lo contrario nos toca pagar y
esta vez tuve suerte. Pudo haber sido diferente. Antes de retirarse del lugar de las confesiones pidió que le sirvieron un trago doble y brindó por ese fantasma que al fin había podido sacar
de su vida.
Con esta confesión, damos por
terminadas las diez confesiones de fin de año, de unos amigos, que aunque
entrañables, desconocían muchas cosas uno de los otros.
Me despido esperando que hayan
disfrutado de cada uno de los secretos que aquí expusimos. Continúen cerquita de mí en los nuevos
relatos, que serán muy atractivos para todos ustedes. Gracias por haber
compartido conmigo, estos momentos de sinceridad. ¡No vemos!
¡Brindemos para que el amor nunca
muera!
Carmen
Pacheco
@Erotismo10
30
de enero de 2016