lunes, 7 de mayo de 2018

FUE MÍA POR SEGUNDOS...




Estoy en la playa junto a unos amigos. Necesitaba darme un respiro del trabajo. Llevamos todo lo que necesitaríamos. La bebida y el hielo, para qué más, si estábamos seguros que encontraríamos la compañía y lo que faltara en ese lugar.

Comenzamos a tomar y contar anécdotas. El lugar estaba concurrido. Los niños corrían delante de unas madres asfixiadas de tanto gritarles. Hombres tratando de esconder la panza cuando aparecía alguna chiquilla. Mujeres maduras, con poco recato y muchas ganas, nos lanzaban miradas lujuriosas, teníamos que voltear para no reírnos en sus caras. En fin que la estábamos pasando muy bien.

Los compañeros se enfrascaron en un juego de barajas y yo sólo quería mirar el horizonte, a ver si me llegaba alguna inspiración divina. El sólo pensarlo me hacía reír pero, con mucha seriedad tomé la actitud severa de un yogi y comencé a meditar. No era fácil pues en mi mente había una cantidad enorme de pensamientos, los cuales no lograba lanzarlos a alguna parte. Era inevitable la comenzó de la la nariz, luego la boca y cuando sentí un tirón en el cuello volteé para flexionar la cabeza. Fue en ese momento en que vi a una mujer hermosa que se venía acercando hacia mí. No estaba muy delgada pero la carne que la conformaba, les aseguro que estaba muy bien proporcionada. Vestía uno de esos bikinis, que pueden llamarse “Etiquetas”. Sus senos grandes traían una danza acompasada de subir y bajar pero sin perder su estabilidad altiva. Sólo eran tapados por una de esas “Etiquetas” en sus espigados pezones.

Quedé con la boca abierta y balanceando la cabeza al ritmo de su caminar, como cuando una serpiente te hipnotiza antes de atacarte, así estaba. Su cabello negro y rizado era como ver la silueta del mar sobre su cabeza. Alborotado y cadencioso, como cuando hay una pequeña tormenta en alta mar. De vez en cuando le tapaba los ojos y parecía como si venía guiñándome un ojo. Sus brazos se balanceaban cual bailarina. Su cintura estrecha permitía ver un piercing brillante en su ombligo, como si fuera el lugar dónde un pirata debería comenzar la búsqueda del tesoro.

Al bajar la vista se me erizó el cuerpo. Tenía unas caderas que se tongoneaban cual palmeras acariciadas por la brisa en plena tempestad. Mi razón se fue al fin del mundo, cuando al estar más cerca de mí pude ver la tercera Etiqueta, que medio cubría la joya más apetecible que jamás hubiese visto. Era una clara invitación a hacerle el amor. Me vi llevándola hacia un lugar apartado para hacerla mía una, dos, muchas veces y así oír su voz en mi oído pidiendo más y más. Hasta me pareció sentir su aliento embriagador sobre mi rostro.

Que desconsuelo sentí, cuando esa Diosa, en su caminar pasó a mi lado, sin siquiera haberme percibido. Yo moría de dolor y angustia, mientras que ella iba a abrazarse con un morenazo que la esperaba tras de mí.

La vida te da sorpresas… Sorpresas te da la vida…



Carmen Pacheco
@Erotismo10
07 de mayo de 2018


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