domingo, 11 de marzo de 2018

CUANDO MI GUITARRA LLORÓ...




Llego hasta mi eterna compañera y agarrándola por la cintura empiezo a sacarle acordes que me hacen recordarte en lo más íntimo de mi ser.

Mi imaginación vuela sobre las cuerdas de mi guitarra y tu risa forma parte de mis recuerdos.

No entiendo el porqué de los acontecimientos. No sé si fui yo en mi eterna insensatez o fuiste tú en tu extremada paciencia para conmigo.

Hoy sabiéndote tan lejos quiero que sepas que entre nosotros no hay distancia y mucho menos olvido.

En cada trazo que le doy a mi sonora amiga, recuerdo la forma sencilla en que te entregaste a mí. En mi delirio puedo ver cómo dejas caer tu bata por el suelo y con esa forma gatuna que tenías de deslizarte descalza por todos los rincones de nuestra casa fue el frenesí más grande que había vivido. Eras un sueño hecho realidad

Doy otra nota más alta y es cuando te veo entrar a nuestra alcoba y mi mano enloquecida produce un arpegio rápido y delirante. En mi locura te vi recostar la cabeza sobre la almohada, mientras tus dedos se deslizaban por tus senos, provocándome hasta la locura.

Ya mi compañera retumba de ansias cuando me ve entrar a ese lecho para asaltar tu virginidad como un loco febril, que con los ojos empañados de alegría empieza a devorar cada parte de ese amado cuerpo.

Las notas pasan a ser más graves porque de lejos veo cómo me adentro a tu juventud inocente y disfruto de tus primaverales jugos.

Cada trazo que sale de mi guitarra es un gemido de placer que brota desde tu garganta cual trinar de aves. No puedo dejar de tocar, no quiero dejar de oírte porque es la vida misma la que estoy tomando de tu fuente.

Perdona pero los ojos se me han nublado y tengo que secarlos.

Sigo fustigando las cuerdas y logro oír un acompañamiento suave de violines, cuando en un momento abres paso dando, dándome así el permiso para penetrar ese territorio inexplorado. Llegué hasta la gloria. Fui objeto del mayor regalo que un hombre puede recibir. Temblaste entre mis brazos y tu respiración era tan agitada que pensé en darte tiempo o reposo pero no me lo permitiste. Sentías la fuerza de un hombre dentro de ti y eso te hizo briosa y audaz.

Un hilo rojo se dejó escurrir por entre tus muslos mientras me salía de tus comarcas, que ahora eran mías.

Ya cansado y con lágrimas rodando por mis mejillas, le di los últimos acordes a mi guitarra mientras recordaba que definitivamente había sido yo el culpable de que hoy no estés en mi lecho.

Si por casualidad llegase a tus oídos esta canción que ahora escribo estoy seguro que no tendrás dudas de saber el nombre del autor ya que en ella verás reflejada mi torpeza de perderte.

Esa fue la última canción con que la guitarra me acompañó porque al terminar, sus cuerdas explotaron de dolor. Ahora a ella tampoco la podré abrazar por su cintura para hacerla suspirar con mis canciones.


Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10



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