Llego hasta mi
eterna compañera y agarrándola por la cintura empiezo a sacarle acordes que me
hacen recordarte en lo más íntimo de mi ser.
Mi imaginación
vuela sobre las cuerdas de mi guitarra y tu risa forma parte de mis recuerdos.
No entiendo el
porqué de los acontecimientos. No sé si fui yo en mi eterna insensatez o fuiste
tú en tu extremada paciencia para conmigo.
Hoy sabiéndote
tan lejos quiero que sepas que entre nosotros no hay distancia y mucho menos
olvido.
En cada trazo
que le doy a mi sonora amiga, recuerdo la forma sencilla en que te entregaste a
mí. En mi delirio puedo ver cómo dejas caer tu bata por el suelo y con esa
forma gatuna que tenías de deslizarte descalza por todos los rincones de
nuestra casa fue el frenesí más grande que había vivido. Eras un sueño hecho
realidad
Doy otra nota
más alta y es cuando te veo entrar a nuestra alcoba y mi mano enloquecida
produce un arpegio rápido y delirante. En mi locura te vi recostar la cabeza
sobre la almohada, mientras tus dedos se deslizaban por tus senos, provocándome
hasta la locura.
Ya mi compañera
retumba de ansias cuando me ve entrar a ese lecho para asaltar tu virginidad
como un loco febril, que con los ojos empañados de alegría empieza a devorar
cada parte de ese amado cuerpo.
Las notas pasan
a ser más graves porque de lejos veo cómo me adentro a tu juventud inocente y
disfruto de tus primaverales jugos.
Cada trazo que
sale de mi guitarra es un gemido de placer que brota desde tu garganta cual
trinar de aves. No puedo dejar de tocar, no quiero dejar de oírte porque es la
vida misma la que estoy tomando de tu fuente.
Perdona pero los
ojos se me han nublado y tengo que secarlos.
Sigo fustigando
las cuerdas y logro oír un acompañamiento suave de violines, cuando en un
momento abres paso dando, dándome así el permiso para penetrar ese territorio
inexplorado. Llegué hasta la gloria. Fui objeto del mayor regalo que un hombre
puede recibir. Temblaste entre mis brazos y tu respiración era tan agitada que
pensé en darte tiempo o reposo pero no me lo permitiste. Sentías la fuerza de
un hombre dentro de ti y eso te hizo briosa y audaz.
Un hilo rojo se
dejó escurrir por entre tus muslos mientras me salía de tus comarcas, que ahora
eran mías.
Ya cansado y con
lágrimas rodando por mis mejillas, le di los últimos acordes a mi guitarra
mientras recordaba que definitivamente había sido yo el culpable de que hoy no
estés en mi lecho.
Si por
casualidad llegase a tus oídos esta canción que ahora escribo estoy seguro que
no tendrás dudas de saber el nombre del autor ya que en ella verás reflejada mi
torpeza de perderte.
Esa fue la
última canción con que la guitarra me acompañó porque al terminar, sus cuerdas
explotaron de dolor. Ahora a ella tampoco la podré abrazar por su cintura para
hacerla suspirar con mis canciones.
Carmen
Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
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