Ella se
había dado otra oportunidad de amar, sí, con el mismo hombre de hace algunos
años atrás, contra lo que algunos llegasen a pensar. Hace algún tiempo las
cosas se confundieron y su desconfianza y el orgullo de él los llevaron a un
rompimiento definitivo pero en la vida nada es para siempre o para nunca. Es
por eso que un día ella decidió intentar volver amar pero a la misma persona
que no se le salía del corazón, de la mente, de su piel.
Una mañana
despertó y lo primero que llegó a su cerebro fue la palabra “Atrévete” le cayó
como un campanazo, que hizo vibrar toda su espina dorsal entendiendo esto, como
un llamado de amor. Se levantó y fue a su computadora. No permitió que otro
pensamiento se le atravesara en el camino. Ella solo cavilaba ¡ATRÉVETE! Abrió
el Internet y buscando en lo más recóndito de su máquina la dirección de ese
hombre, porque la verdad sea dicha, Elsa había querido desaparecerlo de
cualquier parte que estuviera en su vida. Las fotos las eliminó. No quería
dejar rastro posible por si algún día, como éste, lo pudiera encontrar. Más las
cosas cuando tienen que ser, ni que lo quemes podrá desaparecerse. Dice un
dicho muy viejo “Donde hubo fuego, cenizas quedan”.
Así que al averiguar
su dirección, le escribió una carta, que no tenía nada de romántica pero si le
dejaba ver, que ella quería saber de él. Ese mismo día recibió respuesta y a
partir de allí siguieron conversando. Él también había estado pensando en ella
y según supo luego, tampoco había perdido las esperanzas de volver a
encontrarla.
Ya habían
hablado bastante entre garabatos y símbolos sobre un fondo blanco y frío como
la distancia. Lo que ya estaba claro era que ambos necesitaban escribir sobre
sábanas para concretar las decisiones que habían tomado tras tanto tiempo de
ausencia y de soledad. Fue cuando eligieron un fin de semana para
reencontrarse.
Los días
pasaban cual caracol sobre la arena. Las horas hacían una danza lenta y
parsimoniosa. Las ganas de estar juntos eran muchas y los mensajes entre ellos hacían
que se arremolinaran todos los apetitos que se encontraban resguardados por
tanto tiempo.
Al fin llegó
el día y Elsa salió a su encuentro. Volver a verse fue maravilloso. Todo lo que
se habían dicho, les quedó corto para lo que sintieron al estar uno en los
brazos del otro. La risa se hizo el rostro de ambos.
Los amantes
se entregaron a la pasión y al sexo, como ellos lo percibían. En ese momento
volvieron a ser uno solo. No hacían falta las palabras, ya se conocían e iban
al lugar donde más se perturbaban deliciosamente. Fue una mañana de pasión,
donde no quedó zona libre de besos y manos. Se reconocían cada vez que hacían
gemir a su amante porque entendían que estaban en el clímax más íntimo que solo
ellos dos lograban alcanzar. Sus cuerpos se retorcían sobre esas sábanas
blancas y si ese movimiento pudiese leerse cual clave morse, segura estoy que
dirían palabras exquisitas, que solo los buenos amadores saben escribirlas.
Al otro día
en la mañana compartieron con unos amigos de él. Fue un momento muy alegre y
entretenido. Todos reían y felicitaban a la pareja. Elsa sintió que había
llegado la oportunidad de pedirle algo a su amado y pidiendo la palabra, le
hizo la siguiente pregunta ¿Quieres casarte conmigo? Él quedó sin palabras, los
ojos acaramelados se abrieron cual ventanas que son empujadas por un furioso
viento, que busca llevarse todo por delante. Los amigos gritaban al oír la
petición de Elsa, no podían creer que habían sido testigos de una propuesta
seria y llena de mucho amor. Cuando Él salió de su asombro, la tomó entre sus
brazos y con un beso fuerte y profundo le dijo que sí, que quería estar con
ella para siempre.
Por supuesto
que la celebración se alargó y al llegar al hotel ambos estaban exhaustos.
Luego de ducharse y comer algo, se fueron a la cama cayendo él en un sueño
profundo y tranquilo. Elsa lo veía dormir a su lado y sentía que el amor, se le
salía por los poros por ese hombre que le transmitía su calor corporal en ese momento.
Elsa
enamorada, empezó a besarle los ojos, tan suave como el aleteo de una mariposa.
Él dormido sonreía. Luego bajó a sus labios, que entre abiertos emanaba su
aliento cálido hacia ella. Elsa colocó los suyos sobre su boca y le transmitió
un soplo de su vida y fue en ese instante en que existió una comunicación entre
sus almas. Fue el momento más sublime que ella había tenido con él, en todo lo
que llevaba conociéndolo y entendió que eran el uno para el otro. Sus almas,
esa noche, en silencio, se habían encontrado para no volverse a separar.
Si quieren
saber más………. Síganme porque ahora ellos están en los preparativos de boda y
muchas cosas maravillosas seguirán pasando. Son dos seres, que dejaron su ego
personal a un lado para entender, que lo que importa es que “Uno más uno, no
son dos. Es Uno”
¡Se les
quiere, dulces sueños!
Carmen
Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo10
5
de noviembre de 2015