Esa
mañana, mi humanidad me despertó más temprano que otros días.
Palpé
tu lado en la cama y no estabas. Mi urgencia se volvió algo de vida o muerte.
Me
levanté buscándote por toda la casa y al llegar a la cocina pude verte envuelta
en una toalla pequeña, la cual dejaba ver un pedacito de nalga y tus hermosas
piernas.
Sigilosamente
me fui acercando donde estabas y me puse detrás de ti. Olías a esa crema de cacao
que te colocas, luego de ducharte.
Me
preparabas el desayuno para llevarlo al trabajo. Eso me enamoró, aún más. Te preocupas
por mí. Cuánto te amo por esos pequeños detalles.
Mis
manos procedieron a zafar tu hermosa cabellera dejando al viento un perfume de jazmín, que me excitó definitivamente. Fue una danza suave y sugestiva verlo caer sobre tus hombros.
Te
quedaste quieta y temblando cuando me sentiste. Era la respuesta que siempre me
gustaba hallar de ti, en el momento de abrazarte, porque me parecía que era la
primera vez que te tenía entre mis brazos.
Besando
tu nuca, te solté el paño y éste cayó al suelo, dejando tu desnudes a mis
anchas. Ya no podía parar, mi necesidad de ti era tan grande que todo yo te
quería penetrar.
Soltando
el cuchillo, te diste vuelta y en un abrazo lleno de besos y caricias, recorrí con mi boca, tu cuerpo desnudo. Con una una voracidad y anhelo, como la primera vez que fuiste mía.
Tus
piernas se abrieron dejando entrar mis ganas de ti. Caímos al suelo y en
frenéticos y ardientes movimientos hicimos el amor, como a nosotros nos gusta,
sin hora, lugar y espacio.
Eres
tan hermosa que al mirarte, este loco corazón vuelve a enamorarse de ti.
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
3 de septiembre
de 2015
@Erotismo10
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