De muy lejos, llega el suave
sonido, que acaricia, penetrando suavemente y dándole ese sabor salobre, que
duele por breves momentos a la orilla de la playa.
Es como dice aquella canción
“Que besa la playa y se va”
El ir y venir del mar.
El querer y no querer.
El besar y regresar al mar es
lo que retumba en mi cabeza.
Mi amada embellece el
momento, con sus suaves y melancólicas notas musicales, que saca de un piano
viejo.
Las blanca y las negra,
unidas a través de sus largos dedos, hacen que mi ser se emborrache de
tranquilidad, de ese entendimiento apasionado.
Que suave está la noche. Sólo
el ruido del mar y los acordes musicales estremecen todo el espacio en
que estoy. Ni un ave se atreve a romper con esa delicada armonía, que
extrañamente se logra percibir pero que en este preciso instante tengo la
bendición de regocijarme en ella.
Cómo quisiera quedarme por
siempre, de esta manera y dejar que mi mente abrase esa alma tan soñadora y en
una suave danza de amor expresar, exactamente, lo que mi corazón, hoy siente.
No, no pares de tocar,
querida mía... Déjame disfrutar, un poco más de esta razón de amar.
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
@Erotismo
18 de agosto de 2016
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